25/09/2016, 23:59
El tipo, cuya cabeza era más lisa que una bola de billar, parecía ser bastante simpático, al contrario de lo que podía sugerir su apariencia de monje ascético hasta arriba de píldoras de soldado. Datsue tardó poco en reafirmar la fuerte amistad que les unía con un abrazo, y luego no escatimó en halagos para con el de Ame. El Uchiha de pelo largo recogido en una coleta de mediana longitud asintió, pensativo. «¿Una misión extraoficial? ¿Con un shinobi de Ame?», aquello no sonaba para nada convencional, pero como no tenía más datos, Akame simplemente lo atribuyó a aquella gran habilidad de Datsue por ocultar cosas.
Cuando el llamado Karamaru se sentó a su lado, Akame suspiró con alivio y satisfacción al poder volver a su taza de té. El brebaje se había enfriado lo suficiente como para no abrasarle la boca al beber, de modo que tomó un par de sorbos con gran placer, mientras Datsue vociferaba al camarero que apuntase todo a su cuenta. El shinobi calvo se apresuró a pagar lo suyo, y lo mismo hizo Akame.
—Estoy de acuerdo, Karamaru-kun. Yo también pagaré lo mío —no conocía mucho a su compañero Uchiha, pero lo que sí sabía era que le gustaba el dinero. Prefería evitar estar en deuda con él, por leve que ésta fuese.
—Vine a visitar a un viejo amigo. ¿Qué los trajo hasta la frontera?
El Uchiha tomó otro sorbo de té con mucha parsimonia, como si se tratase de un ritual practicado mil veces. Luego carraspeó, notando el leve amargor de la bebida en la garganta.
—Pues la verdad es que también vengo a visitar a alguien. Concretamente, alguien que, según he oído, puede tener una gran biblioteca a mi disposición —eligió ser deliberadamente críptico en un intento de que alguno de sus dos compañeros de profesión soltara prenda el primero—. Siempre he sido un gran aficionado a la historia, y a las historias, de modo que para mí un buen libro vale más que todo el dinero de Uzushiogakure junto.
»¿Y tú, Datsue-kun? —preguntó, intencionadamente, girándose para mirar a su pariente lejano—. ¿Acaso te propones conquistar el corazón de una kawabeña? ¡Por todos los dioses! Seguro que tu fama de galán ya ha llegado incluso hasta aquí, compañero.
Akame sabía que aquel chico, pese a su juventud, ya se había granjeado una buena reputación por su gusto en cortejar a cualquier chica que se le pusiera a tiro. O quizás no fuese tanta, y el Uchiha de Inaka sólo estaba tratando de pinchar un poco a Datsue con una inocente broma.
Cuando el llamado Karamaru se sentó a su lado, Akame suspiró con alivio y satisfacción al poder volver a su taza de té. El brebaje se había enfriado lo suficiente como para no abrasarle la boca al beber, de modo que tomó un par de sorbos con gran placer, mientras Datsue vociferaba al camarero que apuntase todo a su cuenta. El shinobi calvo se apresuró a pagar lo suyo, y lo mismo hizo Akame.
—Estoy de acuerdo, Karamaru-kun. Yo también pagaré lo mío —no conocía mucho a su compañero Uchiha, pero lo que sí sabía era que le gustaba el dinero. Prefería evitar estar en deuda con él, por leve que ésta fuese.
—Vine a visitar a un viejo amigo. ¿Qué los trajo hasta la frontera?
El Uchiha tomó otro sorbo de té con mucha parsimonia, como si se tratase de un ritual practicado mil veces. Luego carraspeó, notando el leve amargor de la bebida en la garganta.
—Pues la verdad es que también vengo a visitar a alguien. Concretamente, alguien que, según he oído, puede tener una gran biblioteca a mi disposición —eligió ser deliberadamente críptico en un intento de que alguno de sus dos compañeros de profesión soltara prenda el primero—. Siempre he sido un gran aficionado a la historia, y a las historias, de modo que para mí un buen libro vale más que todo el dinero de Uzushiogakure junto.
»¿Y tú, Datsue-kun? —preguntó, intencionadamente, girándose para mirar a su pariente lejano—. ¿Acaso te propones conquistar el corazón de una kawabeña? ¡Por todos los dioses! Seguro que tu fama de galán ya ha llegado incluso hasta aquí, compañero.
Akame sabía que aquel chico, pese a su juventud, ya se había granjeado una buena reputación por su gusto en cortejar a cualquier chica que se le pusiera a tiro. O quizás no fuese tanta, y el Uchiha de Inaka sólo estaba tratando de pinchar un poco a Datsue con una inocente broma.