2/10/2016, 04:42
El silencio entre ambos era lo único que llenaba el espacio que les separaba. Cada cual sin necesidad o deseo de establecer conversación alguna con su equivalente. Tranquilos en un sigilo bilateral que les evitaba el tener que forzarse a dirigirse la palabra, pues parecía haber un mutuo y tácito acuerdo. Un convenio de aquellos que dictan el “No me molestes y yo no te molestare, pues yo estaré por mi lado y tú por el tuyo”.
Dentro de la casa debía de estar pasando algo. Puede que lo conveniente fuese el estar alerta, pero en ese momento su mente estaba en otro lugar y en otro tiempo. Aquello le impedía ser medianamente consciente de lo que sucedía a su alrededor.
«Interesante…» Sus grises ojos se paseaban a través del camino que recorría un pequeño insecto que yacía caminando por su brazo.
Su invitada era nada más y nada menos que una delicada tentōchū; Un pequeño escarabajo con un caparazón muy llamativo, de un rojo brillante con pequeño lunares negros. Aquello le daba un hermoso contraste cuando yacía sobre las verdes plantas que forman su hábitat natural. Siempre le habían llamado un poco la atención, aunque pocas veces se había tomado la molestia de verlas de cerca. Aun así, era consciente de que aquellos animalitos eran considerados como todo un insecticida natural, ya que eran feroces depredadores de pulgones, insectos que eran una plaga para los jardineros y agricultores.
La criatura lo había abordado al encontrarse huyendo de una pequeña araña que se encontraba por encima en la cadena alimenticia, el drama natural del dia a dia, el ciclo sin fin de la naturaleza. Buscaba refugio en su oscura piel, quizás confundiéndole con el tallo de algún arbusto.
«Ahí va» De pronto percibió un leve tañido metálico cerca de él.
El ruido fue suficiente como para poner en alerta a la mariquita, que yacía dispuesta a marcharse en ausencia de su depredador. El joven moreno levantó hacia adelante el dedo en el cual la sostenía. La criatura alzó su roja coraza y desde abajo se desplegó un juego de pequeñas alas negras cuya fuerza basto para llevarle lejos de él.
«Agradable», se dijo mientras se mantenía indiferente a lo que ocurría a su alrededor.
Dentro de la casa debía de estar pasando algo. Puede que lo conveniente fuese el estar alerta, pero en ese momento su mente estaba en otro lugar y en otro tiempo. Aquello le impedía ser medianamente consciente de lo que sucedía a su alrededor.
«Interesante…» Sus grises ojos se paseaban a través del camino que recorría un pequeño insecto que yacía caminando por su brazo.
Su invitada era nada más y nada menos que una delicada tentōchū; Un pequeño escarabajo con un caparazón muy llamativo, de un rojo brillante con pequeño lunares negros. Aquello le daba un hermoso contraste cuando yacía sobre las verdes plantas que forman su hábitat natural. Siempre le habían llamado un poco la atención, aunque pocas veces se había tomado la molestia de verlas de cerca. Aun así, era consciente de que aquellos animalitos eran considerados como todo un insecticida natural, ya que eran feroces depredadores de pulgones, insectos que eran una plaga para los jardineros y agricultores.
La criatura lo había abordado al encontrarse huyendo de una pequeña araña que se encontraba por encima en la cadena alimenticia, el drama natural del dia a dia, el ciclo sin fin de la naturaleza. Buscaba refugio en su oscura piel, quizás confundiéndole con el tallo de algún arbusto.
«Ahí va» De pronto percibió un leve tañido metálico cerca de él.
El ruido fue suficiente como para poner en alerta a la mariquita, que yacía dispuesta a marcharse en ausencia de su depredador. El joven moreno levantó hacia adelante el dedo en el cual la sostenía. La criatura alzó su roja coraza y desde abajo se desplegó un juego de pequeñas alas negras cuya fuerza basto para llevarle lejos de él.
«Agradable», se dijo mientras se mantenía indiferente a lo que ocurría a su alrededor.