24/10/2016, 15:59
Volvía a casa escarmentado de mi última incursión al País de la Tormenta, sin duda fue una experiencia "demasiado" intensa para Yoshimitsu. Dolorido con aquel encuentro con aquellos bandidos a las afueras de Yachi, tomé la decisión de tomarme unas vacaciones y descansar en la comodidad de mi hogar.
¡Madre mía! ¡Al país de la Tormenta no vuelvo más!
A lomos de mi león de tinta, decidí volver a Takigakure no sato sin utilizar el tren, estaba tan sucio y embarrado que aposté que no me dejarían subir en el, ni pagando el doble del billete. No podía quitarme de la mente aquellas muertes a manos de Tomoe, y de las mías. No había matado a nadie hasta ahora, por eso una parte de mí murió en el País de la Tormenta, una parte que sabía que jamás recuperaría.
¡Maldita sea!
¿Inocencia quizás? Tal vez fuera un poco de humanidad, aún siendo en defensa propia, recordar aquellas caras inertes sin vida me hacían sentir mal. Cómo si hubiera hecho algo que ya no tenía vuelta atrás. Todo el camino dando una y otra vez vueltas a aquel asunto, no podía evitarlo. Menos mal que mi león de tinta "sabía" el camino de regreso y podía despreocuparme en aquel aspecto.
...
Sin darme cuenta, la lluvia infernal cesó, prueba más que suficiente de que el País de la Tormenta había quedado atrás. Sin ojear mi mapa, intuí que debería estar a la altura de Kuroshiro pero más hacía el oeste, o también llamado El Paraje sin Sol, en donde el Señor Feudal de nuestra amada patria se hospedada en su opulento castillo.
Me gustaría tanto visitar el castillo por dentro...quizás algún día
Era un tipo duro pues poco a poco, comenzaba asimilar aquella muerte que dejé atrás bastante bien, a pesar de mi corta edad. Lo que ahora mismo flaqueaba en mí como de costumbre, era mi voraz apetito que había resurgido con fuerzas. Mi estómago rugió con tanta fuerza, que ya no sabía si mi león de repente estaba más vivo de lo que aparentaba.
-Joder que hambre... Me quejé en voz alta llevándome las manos con fuerza a la tripa.
No llevaba nada encima, ni bebida ni comida ni nada de nada. Aún así decidí continuar mi camino por una senda de la que estaba convencido que me llevaría a algún lugar, preferiblemente a un pequeño asentamiento o aldea, o lo que fuera. Si en una hora de viaje no encontraba nada, me desviaría del camino para buscar alimento por mi mismo. Pero no tenía muchas esperanzas.
En esta inmensa llanura...no se que pienso encontrar para llevarme a la boca
Otra esperanza que tenía sería encontrarme alguien por el camino, llevaba dinero encima y podría intentar ofrecer algo de dinero a cambio de un poco de agua y algo que llevarme a la boca. Lo justo hasta encontrar un pequeño poblado en donde abastecerme.
¡Madre mía! ¡Al país de la Tormenta no vuelvo más!
A lomos de mi león de tinta, decidí volver a Takigakure no sato sin utilizar el tren, estaba tan sucio y embarrado que aposté que no me dejarían subir en el, ni pagando el doble del billete. No podía quitarme de la mente aquellas muertes a manos de Tomoe, y de las mías. No había matado a nadie hasta ahora, por eso una parte de mí murió en el País de la Tormenta, una parte que sabía que jamás recuperaría.
¡Maldita sea!
¿Inocencia quizás? Tal vez fuera un poco de humanidad, aún siendo en defensa propia, recordar aquellas caras inertes sin vida me hacían sentir mal. Cómo si hubiera hecho algo que ya no tenía vuelta atrás. Todo el camino dando una y otra vez vueltas a aquel asunto, no podía evitarlo. Menos mal que mi león de tinta "sabía" el camino de regreso y podía despreocuparme en aquel aspecto.
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Sin darme cuenta, la lluvia infernal cesó, prueba más que suficiente de que el País de la Tormenta había quedado atrás. Sin ojear mi mapa, intuí que debería estar a la altura de Kuroshiro pero más hacía el oeste, o también llamado El Paraje sin Sol, en donde el Señor Feudal de nuestra amada patria se hospedada en su opulento castillo.
Me gustaría tanto visitar el castillo por dentro...quizás algún día
Era un tipo duro pues poco a poco, comenzaba asimilar aquella muerte que dejé atrás bastante bien, a pesar de mi corta edad. Lo que ahora mismo flaqueaba en mí como de costumbre, era mi voraz apetito que había resurgido con fuerzas. Mi estómago rugió con tanta fuerza, que ya no sabía si mi león de repente estaba más vivo de lo que aparentaba.
-Joder que hambre... Me quejé en voz alta llevándome las manos con fuerza a la tripa.
No llevaba nada encima, ni bebida ni comida ni nada de nada. Aún así decidí continuar mi camino por una senda de la que estaba convencido que me llevaría a algún lugar, preferiblemente a un pequeño asentamiento o aldea, o lo que fuera. Si en una hora de viaje no encontraba nada, me desviaría del camino para buscar alimento por mi mismo. Pero no tenía muchas esperanzas.
En esta inmensa llanura...no se que pienso encontrar para llevarme a la boca
Otra esperanza que tenía sería encontrarme alguien por el camino, llevaba dinero encima y podría intentar ofrecer algo de dinero a cambio de un poco de agua y algo que llevarme a la boca. Lo justo hasta encontrar un pequeño poblado en donde abastecerme.