29/05/2015, 15:45
Tan pronto como pudieron escabullirse, el par de shinobis los hicieron. Raudos y ágiles, así como sigilosos, ambos hicieron alarde de habilidades ninjas para desaparecer sin ser percibidos casi. Evidentemente, después de devolver el dinero a su legítima dueña. La mujer agradeció el hecho, así como no paró de tirar de la oreja del joven en todo momento.
Al cabo de un rato andando, Yoshimitsu atendió positivamente a la propuesta del rubio. Un té estaría bien para relajar un poco el aire. Tras una situación como esa, el mismo cuerpo lo pedía. Yoshi guió el camino hasta un puesto de madera bastante conocido, de hecho Zuka ya había estado allí en varias ocasiones. La terraza improvisada era de lo mejor, obviando ese dulce olor que manaba de la chimenea. Aquel sitio era de lo mejor para pasar una buena tarde, y el tiempo acompañaba. No había manera de que ésto saliese mal. Al menos eso pensó el rubiales.
Tras de Yoshi, Zuka tomó asiento bajo el toldo azulado. Se dejó caer sobre la silla casi a pié de plomo, y dejó caer un resoplido mientras escuchaba lo que compañero comentó. Si, la verdad es que el día había empezado genial... aunque por otro lado, le gustaba estar en medio de éste tipo de situaciones, siempre para llevarlas a buen puerto, obvio.
— Si... la verdad es que ha sido duro ver que un chico robe a su madre... y mas con ese motivo tan absurdo... es increíble. Éstas cosas me matan... —
El rubio miró un poco la carta que había entre ambos, una carta de plástico en que estaban enumerados todos los té y pastas del comercio. Apenas tardó unos segundos en identificar el que pidió la última vez, una infusión de manzana que le gustó bastante.
— Bueno... ¿y que hay de tu vida? Hacía mucho que no te veía... casi que desde la academia. ¿Te has echado novia y te ha secuestrado o que? jajajaja. — Bromeó el Yotsuki.
Casi al instante, un anciano de barbas y cabellera gris se acercó. Llevaba un kimono bastante modesto, casi rústico, y unas sandalias de madera. Sus cejas estaban tan pobladas casi como su barba, llegando a tapar parte de sus ojos, y su tez era pálida como el mármol. Sin duda, ese era uno de los dueños del sitio.
— Buenas tardes, jovencitos. ¿Qué van a tomar hoy? — Preguntó sin titubeos.
— Pues... yo quiero una infusión de manzana con té verde, y un par de dangos. — Apresuró a responder el rubio. — ¿Y tú, Yoshi? —
Al cabo de un rato andando, Yoshimitsu atendió positivamente a la propuesta del rubio. Un té estaría bien para relajar un poco el aire. Tras una situación como esa, el mismo cuerpo lo pedía. Yoshi guió el camino hasta un puesto de madera bastante conocido, de hecho Zuka ya había estado allí en varias ocasiones. La terraza improvisada era de lo mejor, obviando ese dulce olor que manaba de la chimenea. Aquel sitio era de lo mejor para pasar una buena tarde, y el tiempo acompañaba. No había manera de que ésto saliese mal. Al menos eso pensó el rubiales.
Tras de Yoshi, Zuka tomó asiento bajo el toldo azulado. Se dejó caer sobre la silla casi a pié de plomo, y dejó caer un resoplido mientras escuchaba lo que compañero comentó. Si, la verdad es que el día había empezado genial... aunque por otro lado, le gustaba estar en medio de éste tipo de situaciones, siempre para llevarlas a buen puerto, obvio.
— Si... la verdad es que ha sido duro ver que un chico robe a su madre... y mas con ese motivo tan absurdo... es increíble. Éstas cosas me matan... —
El rubio miró un poco la carta que había entre ambos, una carta de plástico en que estaban enumerados todos los té y pastas del comercio. Apenas tardó unos segundos en identificar el que pidió la última vez, una infusión de manzana que le gustó bastante.
— Bueno... ¿y que hay de tu vida? Hacía mucho que no te veía... casi que desde la academia. ¿Te has echado novia y te ha secuestrado o que? jajajaja. — Bromeó el Yotsuki.
Casi al instante, un anciano de barbas y cabellera gris se acercó. Llevaba un kimono bastante modesto, casi rústico, y unas sandalias de madera. Sus cejas estaban tan pobladas casi como su barba, llegando a tapar parte de sus ojos, y su tez era pálida como el mármol. Sin duda, ese era uno de los dueños del sitio.
— Buenas tardes, jovencitos. ¿Qué van a tomar hoy? — Preguntó sin titubeos.
— Pues... yo quiero una infusión de manzana con té verde, y un par de dangos. — Apresuró a responder el rubio. — ¿Y tú, Yoshi? —