8/11/2016, 23:11
El anciano le sostuvo la mirada a Datsue, mientras éste hablaba, con el espíritu de un bravo guerrero. Tan penetrantes eran sus ojos oscuros y profundos, que al Uchiha pudo haberle parecido como si le estuviese leyendo el alma misma. La expresión del viejo se tornó más agria cuando el gennin mencionó la Finca Makoto, y sus labios se fruncieron en una mueca entre el desdén y la tristeza. Sin embargo, no dijo una sola palabra. Apoyado en su bastón, se limitó a observar al chico de Taki durante lo que pareció una eternidad.
Luego, simplemente se dio la media vuelta y, renqueante, se internó en la casa dejando la puerta abierta. Datsue pudo observar desde el zaguán cómo el anciano se acercaba a la mesa y tomaba asiento en una de las sillas apolilladas. Luego le dirigió una mirada apremiante y cogió algo —que el Uchiha no pudo distinguir desde tan lejos— entre sus dedos huesudos. Se lo llevó a la boca, aspiró, y luego soltó una bocanada de humo.
La nariz del joven shinobi pudo reconocer aquel olor agrio y fuerte.
Karamaru no tuvo que sentarse mucho a esperar en la plaza para avistar algún lugareño. A lo lejos vio una figura robusta y alta, que al acercarse, no tardó en identificar como el pescador que les había estado sirviendo de guía durante toda la mañana y parte de la tarde. Le habían preguntado primero por la casa del alguacil, y luego —Datsue— por la del viejo Iwata.
Al ver al calvo, el pescador se acercó a paso tranquilo, simplemente dirigiendo su paseo hacia donde estaba el shinobi de Ame. Era de hombros anchos y manos callosas, y mirada dura como la madera de su bote. Al pasar junto a Karamaru, se lo quedó mirando con evidente desconfianza.
—¿Qué zigue' por aquí, mozo? ¿Qué no escuchaste lo que dijo er zeñor alguacir? —se rascó la barbilla redonda y dura con la mano diestra—. Mira tú que ar finá vas a tené problema' con Hizagi-dono...
Luego, simplemente se dio la media vuelta y, renqueante, se internó en la casa dejando la puerta abierta. Datsue pudo observar desde el zaguán cómo el anciano se acercaba a la mesa y tomaba asiento en una de las sillas apolilladas. Luego le dirigió una mirada apremiante y cogió algo —que el Uchiha no pudo distinguir desde tan lejos— entre sus dedos huesudos. Se lo llevó a la boca, aspiró, y luego soltó una bocanada de humo.
La nariz del joven shinobi pudo reconocer aquel olor agrio y fuerte.
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Karamaru no tuvo que sentarse mucho a esperar en la plaza para avistar algún lugareño. A lo lejos vio una figura robusta y alta, que al acercarse, no tardó en identificar como el pescador que les había estado sirviendo de guía durante toda la mañana y parte de la tarde. Le habían preguntado primero por la casa del alguacil, y luego —Datsue— por la del viejo Iwata.
Al ver al calvo, el pescador se acercó a paso tranquilo, simplemente dirigiendo su paseo hacia donde estaba el shinobi de Ame. Era de hombros anchos y manos callosas, y mirada dura como la madera de su bote. Al pasar junto a Karamaru, se lo quedó mirando con evidente desconfianza.
—¿Qué zigue' por aquí, mozo? ¿Qué no escuchaste lo que dijo er zeñor alguacir? —se rascó la barbilla redonda y dura con la mano diestra—. Mira tú que ar finá vas a tené problema' con Hizagi-dono...