28/11/2016, 03:52
Los días de pasear por el medio de la nada para llegar a algún lugar particular al cabo de días o semanas ya habían terminado gracias al sistema ferroviario que se había creado. Aunque claro, había que pagar, cosa que para Noemi en particular no era ningún problema pero según el viaje tenía que pasar horas encerrada en un vagón no siempre con la mejor compañía o mismo de pie a causa de un tren totalmente lleno.
Ese día particular el tren que la rubia decidió tomar no estaba muy lleno, pero si había un ebrio dormido en uno de los asientos que emanaba una peste fatal para la kunoichi perfeccionista que al cabo de unas dos paradas decidió cambiarse a otro vagón, solo por ese hedor que no estaba dispuesta a soportar.
El lado positivo de estos viajes era que la chica podía darse el lujo de atender su perfecta cabellera por bastante tiempo según el trayecto a recorrer. Ese mismo día no sería mucho puesto que viajaría relativamente cerca, al país vecino simplemente por pedido de su padre que le había dejado una carta para un mercader de Tane-Shigai. ~Algún día tendrás que pagarme estos favores. ~Se decía a si misma justo después de guardar el cepillo en el portaobjetos para luego salir del vagón.
El encargo le habría durado poco más de veinte minutos, el lugar dónde debía de ir ya lo había visitado previamente y ella por lo menos tenía buena noción a la hora de orientarse por ahí, pero ante la posibilidad, la kunoichi prefirió pasar algo más de tiempo en el lugar, perder el tiempo probablemente hasta pasado uno o dos días y luego regresar para informarle a su progenitor que ya todo estaba en orden, aunque no era de esperarse que tuviese problemas con una tarea tan sencilla.
Al día siguiente, cuando la Senju terminó con la rutina diaria que nunca podía dejarse a medias se dispuso a salir en busca de algún lugar dónde pudiese comer algo. No había verdadera urgencia pero comiendo algo en ese instante probablemente se ahorraría la vergüenza de tener su estómago rugiendo en algún otro momento así que… Simplemente saldría en busca de un buen lugar.
Pero como siempre, las cosas no eran tan simples ni alegres para la chica, ese día por algún motivo el poblado estaba infestado de gente yendo y viniendo como se les antojaba logrando así que los roces y choques fuesen totalmente inevitables… Oh pero no todo era accidental…
Una sonora bofetada se escuchó entre la muchedumbre a lo que un grito de la rubia se sumó.
—¿¡Pero qué mierda te pasa!? —Bramó la Senju con una expresión iracunda dirigida a un hombre bastante bien vestido pero con no tan agradable expresión.
Curiosamente esa muchedumbre rápidamente formó una especie de círculo entre la fémina y el teórico samurái, probablemente para evitar llevarse algún golpe o lo que sea que fuese a pasar entre aquellos entes pero es que la chica no podía simplemente dejarse hacer tan fácilmente.
—¿¡Qué te piensas!? ¿¡Qué me dejaría pellizcar porque sí!? —Agregaría al cabo de unos instantes la rubia esperando una respuesta por parte de ese hombre.
Ese día particular el tren que la rubia decidió tomar no estaba muy lleno, pero si había un ebrio dormido en uno de los asientos que emanaba una peste fatal para la kunoichi perfeccionista que al cabo de unas dos paradas decidió cambiarse a otro vagón, solo por ese hedor que no estaba dispuesta a soportar.
El lado positivo de estos viajes era que la chica podía darse el lujo de atender su perfecta cabellera por bastante tiempo según el trayecto a recorrer. Ese mismo día no sería mucho puesto que viajaría relativamente cerca, al país vecino simplemente por pedido de su padre que le había dejado una carta para un mercader de Tane-Shigai. ~Algún día tendrás que pagarme estos favores. ~Se decía a si misma justo después de guardar el cepillo en el portaobjetos para luego salir del vagón.
El encargo le habría durado poco más de veinte minutos, el lugar dónde debía de ir ya lo había visitado previamente y ella por lo menos tenía buena noción a la hora de orientarse por ahí, pero ante la posibilidad, la kunoichi prefirió pasar algo más de tiempo en el lugar, perder el tiempo probablemente hasta pasado uno o dos días y luego regresar para informarle a su progenitor que ya todo estaba en orden, aunque no era de esperarse que tuviese problemas con una tarea tan sencilla.
Al día siguiente, cuando la Senju terminó con la rutina diaria que nunca podía dejarse a medias se dispuso a salir en busca de algún lugar dónde pudiese comer algo. No había verdadera urgencia pero comiendo algo en ese instante probablemente se ahorraría la vergüenza de tener su estómago rugiendo en algún otro momento así que… Simplemente saldría en busca de un buen lugar.
Pero como siempre, las cosas no eran tan simples ni alegres para la chica, ese día por algún motivo el poblado estaba infestado de gente yendo y viniendo como se les antojaba logrando así que los roces y choques fuesen totalmente inevitables… Oh pero no todo era accidental…
Una sonora bofetada se escuchó entre la muchedumbre a lo que un grito de la rubia se sumó.
—¿¡Pero qué mierda te pasa!? —Bramó la Senju con una expresión iracunda dirigida a un hombre bastante bien vestido pero con no tan agradable expresión.
Curiosamente esa muchedumbre rápidamente formó una especie de círculo entre la fémina y el teórico samurái, probablemente para evitar llevarse algún golpe o lo que sea que fuese a pasar entre aquellos entes pero es que la chica no podía simplemente dejarse hacer tan fácilmente.
—¿¡Qué te piensas!? ¿¡Qué me dejaría pellizcar porque sí!? —Agregaría al cabo de unos instantes la rubia esperando una respuesta por parte de ese hombre.