28/11/2016, 23:03
Luego del reclamo y la bofetada, lo mínimo que Noemi se esperaba era una mísera disculpa que en lugar de llegarle alguna vez se encontró con un irrespetuoso que parecía ser que estaba orgulloso de lo que acababa de hacer. ¿Por qué? A saber, existía gente que logró mucho más que un miserable pellizquito con ella pero que va, seguramente tendría bastante que ver con lo vulgar del sujeto.
—Pan dulce… —Repitió en voz baja y con una expresión de asco dibujada en el rostro, no sentía mucha necesidad de responderle, al menos no de forma inmediata por lo que sencillamente le dejó ser.
Por lo menos hasta que le vio partir fingiendo que nada había ocurrido y claro, el orgullo de la Senju no le permitiría bajo ningún concepto dejarle ser, no tan fácilmente ni mucho menos de esa manera como si no valiese de nada seguirle la discusión. Por lo que tras enderezarse, cruzarse de brazos y dejar que una sonrisa burlona se le dibujase en el rostro soltó en voz alta para asegurarse de que la escucharía claramente.
—Ya entiendo, no es que te haya dado hambre, es que te irás a jugar con la única espada que sabes usar y traes colgando entre las patas. —Diría sin ningún tipo de temor ni nada por el estilo.
Después de todo, dudaba por mucho que ese hombre tuviese alguna experiencia real con las espadas o que fuese un samurái en toda regla, probablemente sea un pijo que compró las espadas y las tiene de adorno para intimidar, adicional a ello su vida amorosa probablemente sería nula por obra y gracia de su pésimo léxico.
—Digo, con esa forma de tratar a las mujeres seguramente ni una prostituta te llevara el apunte. —Agregaría a la apuesta para ver si picaba ofendido o se dejaba ridiculizar sin problemas.
—Pan dulce… —Repitió en voz baja y con una expresión de asco dibujada en el rostro, no sentía mucha necesidad de responderle, al menos no de forma inmediata por lo que sencillamente le dejó ser.
Por lo menos hasta que le vio partir fingiendo que nada había ocurrido y claro, el orgullo de la Senju no le permitiría bajo ningún concepto dejarle ser, no tan fácilmente ni mucho menos de esa manera como si no valiese de nada seguirle la discusión. Por lo que tras enderezarse, cruzarse de brazos y dejar que una sonrisa burlona se le dibujase en el rostro soltó en voz alta para asegurarse de que la escucharía claramente.
—Ya entiendo, no es que te haya dado hambre, es que te irás a jugar con la única espada que sabes usar y traes colgando entre las patas. —Diría sin ningún tipo de temor ni nada por el estilo.
Después de todo, dudaba por mucho que ese hombre tuviese alguna experiencia real con las espadas o que fuese un samurái en toda regla, probablemente sea un pijo que compró las espadas y las tiene de adorno para intimidar, adicional a ello su vida amorosa probablemente sería nula por obra y gracia de su pésimo léxico.
—Digo, con esa forma de tratar a las mujeres seguramente ni una prostituta te llevara el apunte. —Agregaría a la apuesta para ver si picaba ofendido o se dejaba ridiculizar sin problemas.