6/12/2016, 19:35
Sus piececillos le habían llevado, después de un buen tiempo, a esa zona lúgubre donde la luz del sol no llegaba a penetrar nunca. Aun así no le resultaba incomodo ¡al contrario! ¡le agradaba mucho! Vistiendo de la forma en que lo hacía, a veces, el calor podía llegar a ser insoportable por eso agradecía los climas como aquel. Llevaba consigo un pequeño bolso, dentro del mismo guardaba unas pequeñas tijeras, que usaba para cortar las florecillas que encontraba; también traía consigo algo de comida, pero solo una pequeña porción.
Era tan curioso que le resultaba imposible no ver. Caminaba con la vista puesta sobre la copa de los árboles, donde estos desaparecían por completo en lo que parecían ser las nubes, como si las ramas más altas rozaran el cielo. Pero claro, solo se trataba de neblina, neblina espesa que a causa de la humedad se originaba y propagaba alrededor – Es casi mágico~ –canturreo despacio, mientras se adentraba un poco más perdiéndose entre los matorrales. Las horas pasaron deprisa, sin notarlo la joven Kohako había pasado toda la tarde maravillada con el bosquecillo, que aunque no era bañado por la cálida luz del sol fácilmente podía notarse que, comenzaba a oscurecer.
Yurika tenía ahora las manos ocupadas con un sin fin de florecillas que había encontrado durante su pequeño tour, no gozaban de vivos colores pero en definitiva los suaves tonos que están presentaban le resultaban encantadores “se las mostrare a Mamá, seguro le gustan” pensó mientras una sonrisilla se dibujaba en su labios y sus orbes castaños se posaban sobre las plantitas. Mientras caminaba ya decidida a volver y no entretenerse con nada más creyó oír algo ¿un gruñido quizás? La cierto es que no supo identificar con certeza de que se trataba. Curiosa se desvió de su camino y asomándose de entre el enorme tronco de un roble pudo divisar a un jovencito mucho menor que su persona, se lo quedo viendo por unos minutos y luego, simplemente decidió salir su improvisado escondite a saludar.
- Hola – su vocecilla inundo el silencioso lugar por unos segundos – Mmm ¿Qué hace un niño en un lugar como este? – pregunto con curiosidad y un toque de preocupación. Dio un par de pasos más hacia el frente, acercándose un poco más donde se encontraba la pequeña figura del menor, caminando despacio para no caer por culpa de las raíces que hacían difícil el paso.
¿Cómo te llamas? –pregunto de nuevo por última vez, deteniéndose a unos cuantos metros.
Era tan curioso que le resultaba imposible no ver. Caminaba con la vista puesta sobre la copa de los árboles, donde estos desaparecían por completo en lo que parecían ser las nubes, como si las ramas más altas rozaran el cielo. Pero claro, solo se trataba de neblina, neblina espesa que a causa de la humedad se originaba y propagaba alrededor – Es casi mágico~ –canturreo despacio, mientras se adentraba un poco más perdiéndose entre los matorrales. Las horas pasaron deprisa, sin notarlo la joven Kohako había pasado toda la tarde maravillada con el bosquecillo, que aunque no era bañado por la cálida luz del sol fácilmente podía notarse que, comenzaba a oscurecer.
Yurika tenía ahora las manos ocupadas con un sin fin de florecillas que había encontrado durante su pequeño tour, no gozaban de vivos colores pero en definitiva los suaves tonos que están presentaban le resultaban encantadores “se las mostrare a Mamá, seguro le gustan” pensó mientras una sonrisilla se dibujaba en su labios y sus orbes castaños se posaban sobre las plantitas. Mientras caminaba ya decidida a volver y no entretenerse con nada más creyó oír algo ¿un gruñido quizás? La cierto es que no supo identificar con certeza de que se trataba. Curiosa se desvió de su camino y asomándose de entre el enorme tronco de un roble pudo divisar a un jovencito mucho menor que su persona, se lo quedo viendo por unos minutos y luego, simplemente decidió salir su improvisado escondite a saludar.
- Hola – su vocecilla inundo el silencioso lugar por unos segundos – Mmm ¿Qué hace un niño en un lugar como este? – pregunto con curiosidad y un toque de preocupación. Dio un par de pasos más hacia el frente, acercándose un poco más donde se encontraba la pequeña figura del menor, caminando despacio para no caer por culpa de las raíces que hacían difícil el paso.
¿Cómo te llamas? –pregunto de nuevo por última vez, deteniéndose a unos cuantos metros.