23/12/2016, 14:38
—No hace falta que hagas tanto la pelota, sólo estaba preguntando porque se supone que es lo que tengo que hacer, pero agradezco que pongas algo de cordura, esto... ¿has dicho tu nombre antes? No creo recordarlo.
Akame estuvo tentado de mostrar su desaprobación ante la actitud de aquel muchachito frunciendo el ceño, pero se contuvo. El beneficio que aquello pudiera reportarle se le antojaba nimio al lado de las posibles contraprestaciones. El mejor curso de acción en aquella situación era —sin lugar a dudas— volver a su vagón e intercambiar alguna interesante historia con sus dos extravagantes compañeros. «Un espadachín bravucón y un compañero de Takigakure no Sato... Es más que probable que de ambos pueda sacar algún relato que merezca la pena».
—Uchiha Akame, de Takigakure —contestó al llamado Daruu, para después darse media vuelta y tomar el camino hacia su vagón.
Mientras cruzaba el vagón restaurante —primero— y unos cuantos vagones con pocos pasajeros —después—, Akame no paraba de darle vueltas a un detalle que le había sorprendido de sobremanera. Quizá el mesero no se hubiese dado cuenta, ni tampoco los comensales de las mesas adyacentes, pero Hanaiko Daruu había hecho surgir un pequeño tronco de madera en mitad de la mesa. «Mokuton... ¿Había dicho eso? ¿Mokuton?». Sin duda se trataba de una técnica ninja, pero no se parecía a nada que Akame hubiese visto antes o hubiese oído nunca. «Quizás sea un jutsu secreto de Ame». Parecía la conclusión más probable.
Cuando llegó al vagón dejó su capa sobre uno de los asientos y se recostó, satisfecho por la comida y la comodidad del tren. Echó un vistazo alrededor, buscando a sus compañeros, y se dio cuenta de que ahora estaban solos; el hombre del sombrero había desaparecido. Se levantó, curioso, y se acercó al asiento que antes había ocupado aquel tembloroso tipo.
Estaba vacío, y el cristal de la ventana junto a él estaba resquebrajado en su base.
—Curioso...
Akame estuvo tentado de mostrar su desaprobación ante la actitud de aquel muchachito frunciendo el ceño, pero se contuvo. El beneficio que aquello pudiera reportarle se le antojaba nimio al lado de las posibles contraprestaciones. El mejor curso de acción en aquella situación era —sin lugar a dudas— volver a su vagón e intercambiar alguna interesante historia con sus dos extravagantes compañeros. «Un espadachín bravucón y un compañero de Takigakure no Sato... Es más que probable que de ambos pueda sacar algún relato que merezca la pena».
—Uchiha Akame, de Takigakure —contestó al llamado Daruu, para después darse media vuelta y tomar el camino hacia su vagón.
Mientras cruzaba el vagón restaurante —primero— y unos cuantos vagones con pocos pasajeros —después—, Akame no paraba de darle vueltas a un detalle que le había sorprendido de sobremanera. Quizá el mesero no se hubiese dado cuenta, ni tampoco los comensales de las mesas adyacentes, pero Hanaiko Daruu había hecho surgir un pequeño tronco de madera en mitad de la mesa. «Mokuton... ¿Había dicho eso? ¿Mokuton?». Sin duda se trataba de una técnica ninja, pero no se parecía a nada que Akame hubiese visto antes o hubiese oído nunca. «Quizás sea un jutsu secreto de Ame». Parecía la conclusión más probable.
Cuando llegó al vagón dejó su capa sobre uno de los asientos y se recostó, satisfecho por la comida y la comodidad del tren. Echó un vistazo alrededor, buscando a sus compañeros, y se dio cuenta de que ahora estaban solos; el hombre del sombrero había desaparecido. Se levantó, curioso, y se acercó al asiento que antes había ocupado aquel tembloroso tipo.
Estaba vacío, y el cristal de la ventana junto a él estaba resquebrajado en su base.
—Curioso...