29/12/2016, 14:05
Tras la tensa conversación con aquellos ninjas extranjeros, Daruu se relajaba en el asiento que había tomado en un principio. Al cabo de unos minutos, un hombre enjuto se le acercó.
—Joven —dijo—. Me han informado que responde al nombre de Hanaiko Daruu, y que es un ninja de Amegakure —espetó, impertinente—. Desconozco las costumbres de los ninjas de dicha aldea, pero aquí se considera de pésima educación el destruir o dañar la propiedad pública o aje...
—Disculpe, ¿qué propiedad considera usted que he dañado? —hizo un sello por debajo de la mesa, y el tronco que había aparecido en la otra, la que ocupaban anteriormente, había desaparecido. Claro, si la mesa hubiera tenido mantel, no habría creado dicho tronco, pero estaba claro que esa mesa no tenía mantel.
—De todas formas, yo creo que además de mala educación se considera ilegal cuestionar las motivaciones de las decisiones de un miembro del ejército al servicio de tu país, ¿no es cierto? No sé de qué lugar es usted, pero estamos en territorio del País de la Tormenta, y, déjeme decírselo muy claramente, si para salvaguardar a mi aldea tuviésemos que parar el tren o dañar uno de sus vagones, tendríamos que hacerlo.
—Tiene razón, maldito idiota —dijo una voz grave, que parecía venir de un tipo corpulento, a sus espaldas—. Apártate antes de que nos metas en un buen lío.
—¡Señor Kinshima! —exclamó atemorizado el responsable del vagón—. Yo... yo... sólo quería dejar claro que...
—Idiota, ¡este muchacho ha viajado varias veces en este tren y no ha causado ningún percance! ¿No has visto acaso lo que estaba a punto de pasar? ¡Ese idiota de la espada estaba a punto de atacarle!
—Lo.. lo siento, p-pero... Estos malditos ninj...
—Estos malditos ninjas son los que mantendrán a tu familia a salvo el día que algo la amenace, hijo de puta. Anda, vuelve a tu puesto, que eres un maldito camarero con delirios de grandeza... Y tú, disculpa, anda. Desde que lo ascendieron se cree más que nadie.
Dicho esto, tanto Kinshima como el responsable del vagón se alejaron.
Kinshima entró al vagón donde estaban los extranjeros y se dirigió hacia Kazuma.
—Disculpe, señor. Dada su actitud hace unos minutos, no nos queda más remedio que exigirle que abandone el tren en la estación más próxima. En caso de que usted desease continuar su viaje más adelante, deberá hacerlo a pie. En caso contrario llamaremos a los guardias.
»Y ahora, si me disculpa...
Hizo una queda reverencia y se alejó a grandes zancadas.
—Joven —dijo—. Me han informado que responde al nombre de Hanaiko Daruu, y que es un ninja de Amegakure —espetó, impertinente—. Desconozco las costumbres de los ninjas de dicha aldea, pero aquí se considera de pésima educación el destruir o dañar la propiedad pública o aje...
—Disculpe, ¿qué propiedad considera usted que he dañado? —hizo un sello por debajo de la mesa, y el tronco que había aparecido en la otra, la que ocupaban anteriormente, había desaparecido. Claro, si la mesa hubiera tenido mantel, no habría creado dicho tronco, pero estaba claro que esa mesa no tenía mantel.
—De todas formas, yo creo que además de mala educación se considera ilegal cuestionar las motivaciones de las decisiones de un miembro del ejército al servicio de tu país, ¿no es cierto? No sé de qué lugar es usted, pero estamos en territorio del País de la Tormenta, y, déjeme decírselo muy claramente, si para salvaguardar a mi aldea tuviésemos que parar el tren o dañar uno de sus vagones, tendríamos que hacerlo.
—Tiene razón, maldito idiota —dijo una voz grave, que parecía venir de un tipo corpulento, a sus espaldas—. Apártate antes de que nos metas en un buen lío.
—¡Señor Kinshima! —exclamó atemorizado el responsable del vagón—. Yo... yo... sólo quería dejar claro que...
—Idiota, ¡este muchacho ha viajado varias veces en este tren y no ha causado ningún percance! ¿No has visto acaso lo que estaba a punto de pasar? ¡Ese idiota de la espada estaba a punto de atacarle!
—Lo.. lo siento, p-pero... Estos malditos ninj...
—Estos malditos ninjas son los que mantendrán a tu familia a salvo el día que algo la amenace, hijo de puta. Anda, vuelve a tu puesto, que eres un maldito camarero con delirios de grandeza... Y tú, disculpa, anda. Desde que lo ascendieron se cree más que nadie.
Dicho esto, tanto Kinshima como el responsable del vagón se alejaron.
Kinshima entró al vagón donde estaban los extranjeros y se dirigió hacia Kazuma.
—Disculpe, señor. Dada su actitud hace unos minutos, no nos queda más remedio que exigirle que abandone el tren en la estación más próxima. En caso de que usted desease continuar su viaje más adelante, deberá hacerlo a pie. En caso contrario llamaremos a los guardias.
»Y ahora, si me disculpa...
Hizo una queda reverencia y se alejó a grandes zancadas.