«Y pensar que en algún lugar de esta tierra debe de haber alguien festejando el fin del invierno»
Karamaru estaba en el porche de su casa de madera, tendido sobre una silla grande del mismo material con una taza de té. Cómo era de esperar en Amegakure, el calor del Sol nunca llegaba en su plenitud y, a pesar de haber terminado el fresco invernal, la temperatura no subía mucho. Era temprano en la mañana y por suerte para el calvo, se podía estar fuera sin necesidad de abrigos. O por lo menos para él que podía resistir climas un poco más salvajes.
Más allá del clima y de la temperatura, el calvo sabía que era día de entrenamiento. Tenía planeado ir a la costa, a la playa. Sin embargo, se encontraba con un problema mayúsculo. A pesar de ser la playa de Amenokami su lugar favorito por su densa e inmersiva niebla, en los momentos de tormenta o próximos a ella era imposible entrenarse en ese lugar. La cantidad de niebla aumentaba demasiado cómo para poder ver siquiera a unos pocos metros.
«Supongo que tocará ir a ese pequeño pueblo. Cómo tantas otras veces»
Desde las primeras veces que tuvo que desviarse de su lugar habitual de entrenamiento Karamaru encontró un pequeño asentamiento agrícola y pesquero. Unas cuantas casas de madera y lugar de cultivo con una simpática población. Era un lugar que solía visitar a menudo, ya que en Ame solían ser frecuentes las tormentas, y además, ya más de una cara recordaba. Varias eran las personas que podía saludar al cruzarse por las calles del poblado de ida y de regreso.
Hoy toca Bakku. Si señor.
El calvo le dio un último y largo sorbo a su taza, vaciandola por completo, y estiró los músculos dando un pequeño bostezo y haciendo crujir un poco la madera con sus movimientos. Volvió a internarse dentro de su casa donde se terminó de vestir con su ropa diaria y armó de comida y agua la mochila cuadrada marrón que solía portar a sus espaldas.
Cerró todas las ventanas, la puerta al salir, y se dirigió a paso lento al poblado. No fue un recorrido especialmente largo, solo era llegar hasta el río e ir a contracorriente subiendo la pendiente. En varios lugares encontró sectores con barro, causados por la larga lluvia, que pudo evitar sin problemas. Poco a poco se fue acercando y con solo un par de horas de viaje pudo divisar el puente que cruzaba el río y marcaba la posición del pueblo.
Al fin, llegué,
El calvo ya estaba ansioso, como la mayoría de veces, de empezar su entrenamiento diario. Era verdad que las playas le quedaban más cerca y era menos tiempo de viaje. Cada vez que iba hacia Bakku pensaba en que ya tendría que estar entrenando.
Karamaru llegó al puente y dobló a un costado para subir por una pequeña escalera de madera que subía la ladera no sin antes dejarle un "Buenos Días" y una sonrisa a la mujer peliverde que se encontraba sobre la estructura contemplando el paisaje.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘