13/01/2017, 01:03
Una vez dentro el edificio conservaba la esencia de Kusagakure. Las paredes, en su interior estaban delicadamente decoradas con las cañas de bambú que proliferaban por la región. Se entrelazaban entre si como una gran telaraña. como era de esperar, la gente iba y venía, algunos de ellos me miraron de una forma peculiar, a los cuales hice caso omiso, estaba en la labor de averiguar donde narices debía ir para que me atendiesen. Fue entonces en aquel barrido cuando visualicé lo que debía ser la recepción. Se trataba de un mostrador con varias montañas de papeles y papelotes y detrás, una mujer trabajaba con ellos.
Un pelirrojo se me adelantó y se acercó a dicho mostrador llamando la atención de la muchacha.
-Disculpe, soy Kurogane Toshio, quisiera solicitar una misión-
*Kurogane Toshio... Me resulta familiar ese nombre*
Pero no era capaz de discernir de qué narices me sonaba. Involuntariamente seguiría dándole vueltas a la cabeza hasta dar en el clavo. Pero antes seguí los pasos del gennin y me acerqué también a la recepción.
— Qué casualidad. Yo venía justo por lo mismo. ¿Donde tengo que ir para que me den una? — pregunté sin rodeos.
De mi bolsillo saqué una petaca, la cual abrí con un simple movimiento con mi dedo gordo de la mano derecha y cogí uno de mis preciados caramelos. Me lo llevé a la boca e hice rodar entre mis dientes aquel palillo de plástico de lado a lado para provocar una explosión de fresa ácida en mi boca. Después guardé la petaca de nuevo en el bolsillo y puse mi mano derecha sobre la mesa a la vez que esbozaba una media sonrisa ansioso por conocer la respuesta a mi pregunta.
Un pelirrojo se me adelantó y se acercó a dicho mostrador llamando la atención de la muchacha.
-Disculpe, soy Kurogane Toshio, quisiera solicitar una misión-
*Kurogane Toshio... Me resulta familiar ese nombre*
Pero no era capaz de discernir de qué narices me sonaba. Involuntariamente seguiría dándole vueltas a la cabeza hasta dar en el clavo. Pero antes seguí los pasos del gennin y me acerqué también a la recepción.
— Qué casualidad. Yo venía justo por lo mismo. ¿Donde tengo que ir para que me den una? — pregunté sin rodeos.
De mi bolsillo saqué una petaca, la cual abrí con un simple movimiento con mi dedo gordo de la mano derecha y cogí uno de mis preciados caramelos. Me lo llevé a la boca e hice rodar entre mis dientes aquel palillo de plástico de lado a lado para provocar una explosión de fresa ácida en mi boca. Después guardé la petaca de nuevo en el bolsillo y puse mi mano derecha sobre la mesa a la vez que esbozaba una media sonrisa ansioso por conocer la respuesta a mi pregunta.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa