27/01/2017, 17:51
Una leve gotera provocaba eco en aquel largo y blanco pasillo, alumbrado cada cuanto por unas lámparas en el techo, perdiéndose en ambos sentidos del trayecto. A esas horas ya nadie andaba caminando por ahí, si mucho alguna que otra enfermera dirigiéndose a otra zona del hospital mientras los tacones retumbaban en lo oscuro. El grisáceo nosocomio parecía haberse quedado abandonado, de no ser por la presencia de un muchacho de cabellos morados que se hallaba sentado en una de las bancas del corredor, acobijado bajo la tenue lumbrera.
"Ni siquiera me dejaron ver a la abuela"
Se llevo las manos a los brazos, frotándose por el frío y deseando haber llevado un suéter, ¿pero cómo iba a saber él que haría un frío glacial? Además, se podían observar materiales de construcción obstaculizando parte del camino, debido a que se estaba realizando una remodelación de las zonas más antiguas y dañadas del centro asistencial. Con la mala suerte de que a su abuela le tocó ser atendida en una de las áreas que se estaban usando de forma provisional. Durante el día quizás muchos trabajadores anduvieron por el complejo, pero ahora los ladrillos, tablas y demás enseres eran lo que quedaba, proyectando sus sombras por el sitio.
El chico se levantó y decidió irse a vagar, que nada más podía hacer. Por las amplias ventanas del sexto piso se observaba a lo lejos el paisaje nocturno de Amegakure, que ante la ausencia de estrellas en el cielo, las luces de los edificios del lejano distrito comercial hacían el trabajo de adornarlo.
Pero a pesar de la pintura tras el cristal, el pelimorado no se detuvo a observar, no. En vez de eso se internó en una de las zonas más aisladas, frenando sus pasos sólo cuando las luces titilaron entrecortadas, pero cuando estas se normalizaron siguió con su paseo nocturno.
"Ni siquiera me dejaron ver a la abuela"
Se llevo las manos a los brazos, frotándose por el frío y deseando haber llevado un suéter, ¿pero cómo iba a saber él que haría un frío glacial? Además, se podían observar materiales de construcción obstaculizando parte del camino, debido a que se estaba realizando una remodelación de las zonas más antiguas y dañadas del centro asistencial. Con la mala suerte de que a su abuela le tocó ser atendida en una de las áreas que se estaban usando de forma provisional. Durante el día quizás muchos trabajadores anduvieron por el complejo, pero ahora los ladrillos, tablas y demás enseres eran lo que quedaba, proyectando sus sombras por el sitio.
El chico se levantó y decidió irse a vagar, que nada más podía hacer. Por las amplias ventanas del sexto piso se observaba a lo lejos el paisaje nocturno de Amegakure, que ante la ausencia de estrellas en el cielo, las luces de los edificios del lejano distrito comercial hacían el trabajo de adornarlo.
Pero a pesar de la pintura tras el cristal, el pelimorado no se detuvo a observar, no. En vez de eso se internó en una de las zonas más aisladas, frenando sus pasos sólo cuando las luces titilaron entrecortadas, pero cuando estas se normalizaron siguió con su paseo nocturno.