28/01/2017, 01:37
(Última modificación: 29/07/2017, 01:33 por Amedama Daruu.)
Pero Daruu ni siquiera la dejó terminar de hablar. Y antes de que terminara de formular su segunda frase, el chico de los ojos albos estalló:
—¡Oh, vamos, no vayas a pretender ahora que no te han estado acosando! —exclamó, malhumorado, y se dio la vuelta en un gesto brusco—. Te han llamado alien. Yo lo he visto, lo he oído. ¡No finjas que no sabes de lo que hablo! ¿Dónde están?
Pero Ayame no respondió inmediatamente, y cuando Daruu se girara de nuevo hacia ella vería que le miraba con ojos aterrorizados y que había palidecido terriblemente como si hubiese sido él quien la había insultado.
«Lo sabe... Sabe lo de Setsuna y los demás...» Pensaba, con los puños apretados a ambos lados de su cadera para tratar de controlar los temblores que sacudían su cuerpo. Entonces... ¿también sabrá lo de mi...?»
—Si no me dices dónde están, yo mismo iré a buscarles. Ya está bien de tanta tontería.
Echó a caminar, con pasos firmes. Y Ayame le vio avanzar hacia ella, pero los ojos de él estaban fijos en el horizonte que se extendía detrás de ella. Y justo en el momento en el que pasó junto a su lado el corazón se le aceleró hasta el límite...
—¡No! —Ayame extendió el brazo y le agarró por la muñeca—. No... ellos no están aquí... De verdad. De hecho no les he visto desde el examen de graduación a genin —confesó, y una muda súplica destelló en sus iris—. Oye... no le digas a nadie esto. Por favor... Nadie puede enterarse. ¿De acuerdo? Prométemelo, Daruu-san.
—¡Oh, vamos, no vayas a pretender ahora que no te han estado acosando! —exclamó, malhumorado, y se dio la vuelta en un gesto brusco—. Te han llamado alien. Yo lo he visto, lo he oído. ¡No finjas que no sabes de lo que hablo! ¿Dónde están?
Pero Ayame no respondió inmediatamente, y cuando Daruu se girara de nuevo hacia ella vería que le miraba con ojos aterrorizados y que había palidecido terriblemente como si hubiese sido él quien la había insultado.
«Lo sabe... Sabe lo de Setsuna y los demás...» Pensaba, con los puños apretados a ambos lados de su cadera para tratar de controlar los temblores que sacudían su cuerpo. Entonces... ¿también sabrá lo de mi...?»
—Si no me dices dónde están, yo mismo iré a buscarles. Ya está bien de tanta tontería.
Echó a caminar, con pasos firmes. Y Ayame le vio avanzar hacia ella, pero los ojos de él estaban fijos en el horizonte que se extendía detrás de ella. Y justo en el momento en el que pasó junto a su lado el corazón se le aceleró hasta el límite...
—¡No! —Ayame extendió el brazo y le agarró por la muñeca—. No... ellos no están aquí... De verdad. De hecho no les he visto desde el examen de graduación a genin —confesó, y una muda súplica destelló en sus iris—. Oye... no le digas a nadie esto. Por favor... Nadie puede enterarse. ¿De acuerdo? Prométemelo, Daruu-san.