29/01/2017, 21:30
No era muy extraño para la kunoichi despertarse en aquel lúgubre y mal iluminado pasillo frente a un esqueleto.
—Tengo que bajar un trapo o algo para echarme. —Pensaba la pelirroja mientras perezosa comenzaba a estirarse.
Los dolores de espalda y cuello eran bastante habituales en ella que acostumbraba a dormir en el frío piso de piedra del sótano de su hogar. Eso sin mencionar la recurrente tos de perro que tan mal la traía pero que poco se preocupaba en tratarse.
De cualquier manera, la chica poco tenía para hacer dentro de la aldea, no tenía intención de solicitar ninguna misión y menos de aguantar a la gente hablando a sus espaldas tratando de disimular pero logrando así que fuesen más obvios a la hora de despreciarla.
—Algún día entenderán que me importa una mierda. ¿No?—Preguntó Ritsuko a la nada misma, en medio de un solitario viaje.
¿A dónde iba Ritsuko? A saber, había salido de la aldea bajo autorización y se dedicaría a pasear por el país, no era parte de su plan salir o ir muy lejos de la aldea, en lo posible para poder pasar la noche en casa como si nada.
—Me parece que a ellos les importa una mierda que a ti te importe una mierda. —Respondería algo preocupada la ficticia mujer que acompañaba a la de Kusagakure.
Y así siguió el monólogo de la pelirroja por un buen tiempo. ¿Lo malo? Se dio cuenta que se había alejado lo suficiente de la aldea como para verse obligada a pasar la noche fuera, no es que fuera un problema realmente pero siempre es mejor dormir en casa que en el medio de la nada.
De cualquier manera Ritsuko siguió adelante con su viaje hasta internarse en un pequeño asentamiento dentro de un bosque de bambúes. A saber cómo había llegado pero al cabo de pocos minutos de su llegada localizaría a una muy extraña parejita que no ubicaba de nada y obviamente, por lo llamativa de la misma tendría que acercárseles asegurándose que el cascabel amarrado en esa ‘antena’ de su cabeza sonase claramente.
—Hey… —Saludó despreocupada con una mano en alto y la otra en un bolsillo de la gabardina. —No son de por aquí, ¿verdad? —Preguntó sin más, tratando de divisar el símbolo de la bandana que podía ver en el brazo ajeno.
No le gustaba, pero mientras tuviese la bandana encima le tocaría hacer el jodido trabajo de una kunoichi además que era seguro que alguien de rango superior andaría a escondidas por ahí vigilándole. En otras palabras, tenía que portarse bien o le caería alguna grande.
—Tengo que bajar un trapo o algo para echarme. —Pensaba la pelirroja mientras perezosa comenzaba a estirarse.
Los dolores de espalda y cuello eran bastante habituales en ella que acostumbraba a dormir en el frío piso de piedra del sótano de su hogar. Eso sin mencionar la recurrente tos de perro que tan mal la traía pero que poco se preocupaba en tratarse.
De cualquier manera, la chica poco tenía para hacer dentro de la aldea, no tenía intención de solicitar ninguna misión y menos de aguantar a la gente hablando a sus espaldas tratando de disimular pero logrando así que fuesen más obvios a la hora de despreciarla.
—Algún día entenderán que me importa una mierda. ¿No?—Preguntó Ritsuko a la nada misma, en medio de un solitario viaje.
¿A dónde iba Ritsuko? A saber, había salido de la aldea bajo autorización y se dedicaría a pasear por el país, no era parte de su plan salir o ir muy lejos de la aldea, en lo posible para poder pasar la noche en casa como si nada.
—Me parece que a ellos les importa una mierda que a ti te importe una mierda. —Respondería algo preocupada la ficticia mujer que acompañaba a la de Kusagakure.
Y así siguió el monólogo de la pelirroja por un buen tiempo. ¿Lo malo? Se dio cuenta que se había alejado lo suficiente de la aldea como para verse obligada a pasar la noche fuera, no es que fuera un problema realmente pero siempre es mejor dormir en casa que en el medio de la nada.
De cualquier manera Ritsuko siguió adelante con su viaje hasta internarse en un pequeño asentamiento dentro de un bosque de bambúes. A saber cómo había llegado pero al cabo de pocos minutos de su llegada localizaría a una muy extraña parejita que no ubicaba de nada y obviamente, por lo llamativa de la misma tendría que acercárseles asegurándose que el cascabel amarrado en esa ‘antena’ de su cabeza sonase claramente.
—Hey… —Saludó despreocupada con una mano en alto y la otra en un bolsillo de la gabardina. —No son de por aquí, ¿verdad? —Preguntó sin más, tratando de divisar el símbolo de la bandana que podía ver en el brazo ajeno.
No le gustaba, pero mientras tuviese la bandana encima le tocaría hacer el jodido trabajo de una kunoichi además que era seguro que alguien de rango superior andaría a escondidas por ahí vigilándole. En otras palabras, tenía que portarse bien o le caería alguna grande.