9/02/2017, 23:02
Noemi, llevada por su instinto de kunoichi que quiere completar una misión cueste lo que cueste, se aventuró sobre la puerta de madera a punto de romperse para, efectivamente, romperse a su paso nada más dar las primeras zancadas hacia su destino, con un sonoro plaf, las cuatro placas de madera que conformaban la puerta del vallado cayeron al suelo dejando una nube de polvo como manta para su eterno sueño.
La oveja, por otro lado, se asustó ante el estruendo, haciendo que su cabeza cubierta la mayoría de lana se levantase inmediatamente para encontrarse con la rubia que había decidido allanar su preciado jardín. Asustada y enfadada a partes iguales, el animal reclinó su cabeza y bufó antes de...
¡Emprender una carrera para embestir a la kunoichi!
Pero antes de que pudiese llegar a tocar un solo cabello de la sedosa melena de la joven, un objeto contundente dejó fuera de combate al enfurecido animal, cayendo en un profundo sueño a los pies de la Sakamoto.
— Esta Tamachin, ya no es lo que era. — Una voz proveniente de una de las ventanas de la pequeña casa llamó la atención de la menor, y si levantaba su vista se encontraría con una mujer de corta melena blanquecina y varias arrugas esparcidas por todo su rostro. Su brazo derecho reposaba sobre el alfeizar de la ventana mientras que el otro sujetaba sus ya mayores caderas. — Pequeña, ¿tú quién eres? — Preguntó con voz melosa.
La oveja, por otro lado, se asustó ante el estruendo, haciendo que su cabeza cubierta la mayoría de lana se levantase inmediatamente para encontrarse con la rubia que había decidido allanar su preciado jardín. Asustada y enfadada a partes iguales, el animal reclinó su cabeza y bufó antes de...
¡Emprender una carrera para embestir a la kunoichi!
Pero antes de que pudiese llegar a tocar un solo cabello de la sedosa melena de la joven, un objeto contundente dejó fuera de combate al enfurecido animal, cayendo en un profundo sueño a los pies de la Sakamoto.
— Esta Tamachin, ya no es lo que era. — Una voz proveniente de una de las ventanas de la pequeña casa llamó la atención de la menor, y si levantaba su vista se encontraría con una mujer de corta melena blanquecina y varias arrugas esparcidas por todo su rostro. Su brazo derecho reposaba sobre el alfeizar de la ventana mientras que el otro sujetaba sus ya mayores caderas. — Pequeña, ¿tú quién eres? — Preguntó con voz melosa.
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