13/02/2017, 18:37
La amable mujer formó una sonrisa dejando ver su perfecta y blanca dentadura a pesar de la edad, y después de que la rubia saltase el vallado con actitud alegre, se retiró con aire cansado y con las arrugas pesándole en la cara hasta quedar a la izquierda de su viejuno animal para descansar junto a él hasta que la rubia volviese. Con suerte, la oveja debería haber despertado para su retorno.
Así fue como Noemi emprendió otro corto viaje hasta la tienda que se suponía no debía estar más allá de una calle, pasando el parque que adornaba la calle frente a la casa que debía ayudar. Un par de pasos le bastaron para ver un cartel hecho de madera oscura, con unas letras grabadas en él que leían claramente ''Las maderas de Shinichi'', un nombre no muy elaborado, pero gracias a su gran calidad había logrado prosperar como vendedor de todo tipo de ayudas para vallados y construcciones de madera. La tienda en sí no era muy grande y el edificio contaba con dos plantas: la baja para la tienda, de paredes de piedra y tejadito de madera pintado de rojo; y la primera planta como hogar del propietario, decorado exactamente igual que el bajo.
Si Noemi decidía pasar por la puerta entreabierta, encontraría a un señor con camisa de cuadros y barba de tres días, moreno con el pelo ni muy largo ni muy corto, despeinado, y ojos amables, detrás de un mostrador de madera clara. Dentro de la tienda, sin embargo, a parte de la cantidad de objetos de madera y sus diferentes tipos, también había todo tipo de pinturas con colores distintos a elegir, y barniz, también barniz.
— ¡Que le vaya bien! — Se escuchaba la despedida de otro cliente a través de la sonrisa bonachona de Shinichi.
Así fue como Noemi emprendió otro corto viaje hasta la tienda que se suponía no debía estar más allá de una calle, pasando el parque que adornaba la calle frente a la casa que debía ayudar. Un par de pasos le bastaron para ver un cartel hecho de madera oscura, con unas letras grabadas en él que leían claramente ''Las maderas de Shinichi'', un nombre no muy elaborado, pero gracias a su gran calidad había logrado prosperar como vendedor de todo tipo de ayudas para vallados y construcciones de madera. La tienda en sí no era muy grande y el edificio contaba con dos plantas: la baja para la tienda, de paredes de piedra y tejadito de madera pintado de rojo; y la primera planta como hogar del propietario, decorado exactamente igual que el bajo.
Si Noemi decidía pasar por la puerta entreabierta, encontraría a un señor con camisa de cuadros y barba de tres días, moreno con el pelo ni muy largo ni muy corto, despeinado, y ojos amables, detrás de un mostrador de madera clara. Dentro de la tienda, sin embargo, a parte de la cantidad de objetos de madera y sus diferentes tipos, también había todo tipo de pinturas con colores distintos a elegir, y barniz, también barniz.
— ¡Que le vaya bien! — Se escuchaba la despedida de otro cliente a través de la sonrisa bonachona de Shinichi.
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