14/02/2017, 18:45
El hombre que se hacía llamar dueño de aquel lugar miró con una sonrisa a la recién llegada, una acogedora, como si la invitase a pasar solo con curvar un poco sus labios.
—Hola, necesitaría barniz para un vallado. ¿Alguna recomendación?
— ¡Buenos días! — Saludó con voz profunda mientras se rascaba la barba. — ¿Barniz, dices? Tengo el mejor que podrías desear. — Alegó apoyando su codo derecho en la madera. — Pero antes, dime, ¿vienes de parte de Tamako, verdad? Solo necesito saber la clase de madera en la que lo vas a usar. — Y como si se hubiese contestado a él solo, se fue a la trastienda silbando una canción infantil típica entre los niños de la villa.
Tras unos minutos más tarde y sonido de cosas caerse, el hombre volvió con la alegría que se había ido al mostrador. Junto a él traía un gran bote de aluminio en el que se podía leer claramente de qué se trataba.
— Aquí tienes, vas a necesitar bastante para arreglar su vallado, ¿sabes? Lleva mucho tiempo sin darle una mano. — Hizo una breve pausa para mirar a la chica de arriba a abajo. — Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela. — Guiñó su ojo derecho.
»Ah, y son doscientos cincuenta ryos.
—Hola, necesitaría barniz para un vallado. ¿Alguna recomendación?
— ¡Buenos días! — Saludó con voz profunda mientras se rascaba la barba. — ¿Barniz, dices? Tengo el mejor que podrías desear. — Alegó apoyando su codo derecho en la madera. — Pero antes, dime, ¿vienes de parte de Tamako, verdad? Solo necesito saber la clase de madera en la que lo vas a usar. — Y como si se hubiese contestado a él solo, se fue a la trastienda silbando una canción infantil típica entre los niños de la villa.
Tras unos minutos más tarde y sonido de cosas caerse, el hombre volvió con la alegría que se había ido al mostrador. Junto a él traía un gran bote de aluminio en el que se podía leer claramente de qué se trataba.
— Aquí tienes, vas a necesitar bastante para arreglar su vallado, ¿sabes? Lleva mucho tiempo sin darle una mano. — Hizo una breve pausa para mirar a la chica de arriba a abajo. — Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela. — Guiñó su ojo derecho.
»Ah, y son doscientos cincuenta ryos.
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