19/02/2017, 18:26
(Última modificación: 29/07/2017, 01:38 por Amedama Daruu.)
La carcajada de Daruu resonó por todas las paredes de la sala e hizo eco dolorosamente en los oídos de Ayame. En aquellos momentos, Ayame tenía la mirada clavada en la arena, como si estuviese rogando que la sepultara allí mismo. Incluso el mismo clon fallido parecía estar riéndose de ella, con aquella estúpida sonrisa en la cara, antes de que Ayame se hartara de verla y decidiera interrumpir la técnica. El clon, o lo que debería haberlo sido al menos, se desvaneció con un pequeño estallido de humo.
No se había dado cuenta, pero de repente Daruu estaba frente a ella y había apoyado una mano sobre su hombro. Aquello sólo incrementó sus ganas de echarse a llorar.
—Ey, ey. Ríete tú también, no te pongas así. ¡Los fallos son graciosos, sobretodo cuando son como este! Cuando intento dominar una técnica siempre me pasan estas cosas, de verdad —intentó animarla Daruu, pero Ayame se mordió el labio inferior intentando contener el llanto. No podía reírse cuando aquella endemoniada réplica también la había sonreído aquella mañana, durante el examen de Ninjutsu.
—Además, al menos tú no eres el único Hyuuga que no sabe utilizar el estilo de combate troncal de todas sus técnicas...
Ayame alzó la mirada hacia Daruu. Sonreía, pero parecía incómodo.
—Eh, pero aquí me tienes. Mi madre no es del clan Hyuuga, ¿sabes? Bueno, no tiene el Byakugan —explicó, señalándose aquellos extraños ojos del color de las perlas—. Y necesitas el Byakugan para usarlo. Se supone además que se transmite de padre o madre a hijo, así que ya ves lo jodido que estoy, porque mi abuela, que lo poseía, murió hace mucho tiempo, antes de que yo naciese. Todo lo que tengo son unos pergaminos viejos que nos legó, y... bueno. Digamos que los primeros intentos no han sido... fructíferos.
«Vaya, así que por eso tiene los ojos así... Y yo que al principio pensaba que era ciego...»
—Si te sirve de consuelo... —Daruu había sido muy sincero con ella, quizás demasiado. Ahora era su turno de confesarse—. Yo tampoco conozco a ningún Hōzuki, aparte de mí claro está. Así que no tengo manera de aprender las técnicas del clan.
Sonrió, complaciente. Aunque una parte de ella aún recordaba a los hombres que habían intentado entrar en su casa aquella noche, varios años atrás.
—Pero basta de hablar de mí. Venga, ¡otra vez!
Ayame asintió, aunque no con demasiada convicción. Nuevamente cerró los ojos y frunció el ceño, tratando de contener con todas sus fuerzas su propia imagen en su mente. Entrelazó las manos en los sellos ya conocidos...
—¡Bunshin no Jutsu!
Repitió. Y cuando abrió los ojos su peor pesadilla seguía allí, desparramado en el suelo como un charco de gelatina y con aquella sonrisa burlona ondeando en lo que debía ser su rostro. Con un gemido lastimero, Ayame se dejó caer en el suelo de culo.
—¡No puedo! —exclamó, con un hilo de voz desesperado.
No se había dado cuenta, pero de repente Daruu estaba frente a ella y había apoyado una mano sobre su hombro. Aquello sólo incrementó sus ganas de echarse a llorar.
—Ey, ey. Ríete tú también, no te pongas así. ¡Los fallos son graciosos, sobretodo cuando son como este! Cuando intento dominar una técnica siempre me pasan estas cosas, de verdad —intentó animarla Daruu, pero Ayame se mordió el labio inferior intentando contener el llanto. No podía reírse cuando aquella endemoniada réplica también la había sonreído aquella mañana, durante el examen de Ninjutsu.
—Además, al menos tú no eres el único Hyuuga que no sabe utilizar el estilo de combate troncal de todas sus técnicas...
Ayame alzó la mirada hacia Daruu. Sonreía, pero parecía incómodo.
—Eh, pero aquí me tienes. Mi madre no es del clan Hyuuga, ¿sabes? Bueno, no tiene el Byakugan —explicó, señalándose aquellos extraños ojos del color de las perlas—. Y necesitas el Byakugan para usarlo. Se supone además que se transmite de padre o madre a hijo, así que ya ves lo jodido que estoy, porque mi abuela, que lo poseía, murió hace mucho tiempo, antes de que yo naciese. Todo lo que tengo son unos pergaminos viejos que nos legó, y... bueno. Digamos que los primeros intentos no han sido... fructíferos.
«Vaya, así que por eso tiene los ojos así... Y yo que al principio pensaba que era ciego...»
—Si te sirve de consuelo... —Daruu había sido muy sincero con ella, quizás demasiado. Ahora era su turno de confesarse—. Yo tampoco conozco a ningún Hōzuki, aparte de mí claro está. Así que no tengo manera de aprender las técnicas del clan.
Sonrió, complaciente. Aunque una parte de ella aún recordaba a los hombres que habían intentado entrar en su casa aquella noche, varios años atrás.
—Pero basta de hablar de mí. Venga, ¡otra vez!
Ayame asintió, aunque no con demasiada convicción. Nuevamente cerró los ojos y frunció el ceño, tratando de contener con todas sus fuerzas su propia imagen en su mente. Entrelazó las manos en los sellos ya conocidos...
—¡Bunshin no Jutsu!
Repitió. Y cuando abrió los ojos su peor pesadilla seguía allí, desparramado en el suelo como un charco de gelatina y con aquella sonrisa burlona ondeando en lo que debía ser su rostro. Con un gemido lastimero, Ayame se dejó caer en el suelo de culo.
—¡No puedo! —exclamó, con un hilo de voz desesperado.