21/02/2017, 22:52
Las palabras de Noemi fueron como un despertador para la mayor, primero asustándose para luego suspirar de alivio. Tamachin, por otro lado, no parecía para nada contenta de que la rubia hubiese sacado a la mujer así de su ensimismamiento, demostrándolo con un largo bufido sin despegar sus pozos oscuros de la figura de la kunoichi. Tamako mostró su blanca dentadura a la joven formando una gran sonrisa, guardando el pincel en el bote de pintura que llevaba en su mano izquierda para evitar que alguna de las dos se manchase.
— Bien, déjalo junto a los materiales que tiene Tamachin.— Informó mientras ella se retiraba a acariciar al susodicho animal para que se relajase. — He marcado las vallas que tienes que quitar para reparar el vallado entero, una vez lo tengas todo, puedes pintarlo y barnizarlo. — Explicó todo del tirón para luego tomar aire y dejarlo salir despacio, ya no podía mantener el ritmo como antes. — No te preocupes, no es tanto, ese lado —señaló el lado izquierdo pasando la inexistente puerta de madera—. Está prácticamente sin dañar, solo pintar y barnizar, así que con que arregles este me vale.
Tras una tercera caricia, la oveja y la anciana se retiraron a un pequeño y cómodo banco que había bajo el porche de la pequeña casa, resguardándose del sol primaveral que podía dañar su sonrosada piel.
— Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en preguntarme. — Añadió con dulzura en la voz, dejando a la kunoichi hacer su trabajo sin querer molestarla o gastar otro minuto de su vida dando instrucciones que ella seguramente ya había deducido por sí sola. — Ánimo.
— Bien, déjalo junto a los materiales que tiene Tamachin.— Informó mientras ella se retiraba a acariciar al susodicho animal para que se relajase. — He marcado las vallas que tienes que quitar para reparar el vallado entero, una vez lo tengas todo, puedes pintarlo y barnizarlo. — Explicó todo del tirón para luego tomar aire y dejarlo salir despacio, ya no podía mantener el ritmo como antes. — No te preocupes, no es tanto, ese lado —señaló el lado izquierdo pasando la inexistente puerta de madera—. Está prácticamente sin dañar, solo pintar y barnizar, así que con que arregles este me vale.
Tras una tercera caricia, la oveja y la anciana se retiraron a un pequeño y cómodo banco que había bajo el porche de la pequeña casa, resguardándose del sol primaveral que podía dañar su sonrosada piel.
— Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en preguntarme. — Añadió con dulzura en la voz, dejando a la kunoichi hacer su trabajo sin querer molestarla o gastar otro minuto de su vida dando instrucciones que ella seguramente ya había deducido por sí sola. — Ánimo.
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