27/02/2017, 23:56
Tal y como la camarera le había prometido, no tardó más de un par de minutos en tener sobre la mesa su pedido. El té humeaba con fervor y los dangos tenían una pinta más que apetecible. Dejó reposar la bebida unos instantes, no deseaba quemarse la lengua. Mas los dulces estaban a su alcance desde el momento que habían llegado. Sin mayor espera tomó uno de los palillos y se llevó el primer dango a la boca con gula.
Muy dulce, justo como le gustaba. ¿Y qué tal el té? Aún a riesgo de escaldarse la lengua, le dio un sorbo. Excelente. Había que admitirlo, El Jardín del Té se trataba de un buen establecimiento. Su humor comenzó a suavizarse, endulzarse, podría decirse, gracias al sabor de aquellos manjares.
Le quedaban poco más de un par de dangos y un tercio de taza de té cuando un nuevo comensal se presentó en el local. Ralexion se fijó en él de inmediato, tomando nota del parche que llevaba en el ojo. «Debe de ser él, ya era hora.». Mas en lugar de apresurarse a entregar el pergamino, se limitó a observar.
Comprobó que su contacto parecía tan agotado como él al llegar al Jardín del Té. Optó por levantarse, aproximarse al mostrador y pagar. Le cobró la camarera que le había atendido.
—¡Muchas gracias, señor cliente! -afirmó con una radiante sonrisa.
El Uzumaki le devolvió el gesto. Acto seguido, con actitud algo distraída -pero sabiendo muy bien a dónde iba- se plantó en frente de Kagetsuna.
—Tengo algo para ti —afirmó tratando de sonar lo más natural que pudo, llevándose el dedo índice derecho a los labios— Pero no aquí. Sígueme.
Muy dulce, justo como le gustaba. ¿Y qué tal el té? Aún a riesgo de escaldarse la lengua, le dio un sorbo. Excelente. Había que admitirlo, El Jardín del Té se trataba de un buen establecimiento. Su humor comenzó a suavizarse, endulzarse, podría decirse, gracias al sabor de aquellos manjares.
Le quedaban poco más de un par de dangos y un tercio de taza de té cuando un nuevo comensal se presentó en el local. Ralexion se fijó en él de inmediato, tomando nota del parche que llevaba en el ojo. «Debe de ser él, ya era hora.». Mas en lugar de apresurarse a entregar el pergamino, se limitó a observar.
Comprobó que su contacto parecía tan agotado como él al llegar al Jardín del Té. Optó por levantarse, aproximarse al mostrador y pagar. Le cobró la camarera que le había atendido.
—¡Muchas gracias, señor cliente! -afirmó con una radiante sonrisa.
El Uzumaki le devolvió el gesto. Acto seguido, con actitud algo distraída -pero sabiendo muy bien a dónde iba- se plantó en frente de Kagetsuna.
—Tengo algo para ti —afirmó tratando de sonar lo más natural que pudo, llevándose el dedo índice derecho a los labios— Pero no aquí. Sígueme.