28/02/2017, 02:08
¿Aceptar mi oferta? ¿Cuando se supone que lo invité?"
Kagetsuna volvió a ladear la cabeza, observando de reojo al chico que tomaba asiento a su lado. En ningún momento el dijo que quería tener al susodicho pelirrojo a la par de él. Pero su interlocutor parecía haber entendido otra cosa. Se empezaba a tornar frecuente que la gente tergiversara todo lo que él dice, para bien o para mal... Bueno, más para mal que otra cosa. Alzó la ceja, confundido.
—Oeh, yo no dije que... Bah, olvídalo.— Estaba demasiado agotado como para ponerse a discutir.
"Si me pongo a intentar aclarar el asunto se me armará la bronca, siempre me pasa lo mismo. Total, media vez no pida que pague yo la cuenta todo estará bien."
El dinero no le sobraba como para invitarle un refrigerio a cada extraño que conocía. Por lo menos no tendría que lidiar con el tedio de socializar con él, o al menos eso esperaba. Se suponía que venía por un encargo y nada más. Fue en ese momento que por fin llegó la mentada camarera, con los modales y diálogos protocolarios típicos de los trabajadores que fingen dar su mejor cara aunque por dentro quieran ahorcar al cliente.
—Uno, mi nombre es Kagetsuna. Dos, no soy tu colega. Tres, quiero té negro y una porción de mochis— Terminó por decir mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza.
Kagetsuna volvió a ladear la cabeza, observando de reojo al chico que tomaba asiento a su lado. En ningún momento el dijo que quería tener al susodicho pelirrojo a la par de él. Pero su interlocutor parecía haber entendido otra cosa. Se empezaba a tornar frecuente que la gente tergiversara todo lo que él dice, para bien o para mal... Bueno, más para mal que otra cosa. Alzó la ceja, confundido.
—Oeh, yo no dije que... Bah, olvídalo.— Estaba demasiado agotado como para ponerse a discutir.
"Si me pongo a intentar aclarar el asunto se me armará la bronca, siempre me pasa lo mismo. Total, media vez no pida que pague yo la cuenta todo estará bien."
El dinero no le sobraba como para invitarle un refrigerio a cada extraño que conocía. Por lo menos no tendría que lidiar con el tedio de socializar con él, o al menos eso esperaba. Se suponía que venía por un encargo y nada más. Fue en ese momento que por fin llegó la mentada camarera, con los modales y diálogos protocolarios típicos de los trabajadores que fingen dar su mejor cara aunque por dentro quieran ahorcar al cliente.
—Uno, mi nombre es Kagetsuna. Dos, no soy tu colega. Tres, quiero té negro y una porción de mochis— Terminó por decir mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza.