28/02/2017, 19:26
Los dos shinobi quedaron maravillados ante la ostentosa residencia. Quedaba más que a la vista que aquella casa pertenecía a alguien sumamente importante; o, como mínimo, había conseguido el suficiente dinero labrando aquellos campos como para permitirse algo de tal talla.
Toshio le cedió el turno a Yota, y este no dudó en subir los escalones del porche y acercarse a los imponentes portones de madera. Haciendo caso omiso al tocador bañado en dorado, el chico llamó utilizando sus propios nudillos hasta tres veces. En la lejanía, los perros ladraron con más fuerza. Y era tal su ímpetu que casi taparon el revuelo que se produjo al otro lado de la entrada.
Tras unos breves segundos, la puerta se abrió con delicadeza. Tras ella, un hombre alto y delgado como un palo y vestido de traje estudiaba a los dos shinobi con sus pequeños ojos grises cubiertos por unas gafas redondas. No era demasiado viejo, pero su cabello ya presentaba la decoloración típica de la edad y lo llevaba cuidadosamente peinado hacia atrás.
—¿Os puedo ayudar en algo, muchachos? —preguntó, con exquisita educación.
Toshio le cedió el turno a Yota, y este no dudó en subir los escalones del porche y acercarse a los imponentes portones de madera. Haciendo caso omiso al tocador bañado en dorado, el chico llamó utilizando sus propios nudillos hasta tres veces. En la lejanía, los perros ladraron con más fuerza. Y era tal su ímpetu que casi taparon el revuelo que se produjo al otro lado de la entrada.
Tras unos breves segundos, la puerta se abrió con delicadeza. Tras ella, un hombre alto y delgado como un palo y vestido de traje estudiaba a los dos shinobi con sus pequeños ojos grises cubiertos por unas gafas redondas. No era demasiado viejo, pero su cabello ya presentaba la decoloración típica de la edad y lo llevaba cuidadosamente peinado hacia atrás.
—¿Os puedo ayudar en algo, muchachos? —preguntó, con exquisita educación.
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