1/03/2017, 01:47
Su paciencia ya se había dilatado más de lo que nunca lo había hecho antes en toda su vida. «Debo aguantar, aguantar, aguantar... ahora soy un ninja... debo... resistir... debo de quedarme quieto... debo... MANTENERME... CALLADO...». Tuvo ganas de tirarse de los pelos, de arrancarse la coleta, pero por ahora lograba mantenerse en sus trece.
Así fue hasta las siguientes palabras que dijo Kagetsuna...
—No te estreses de más. A leguas se nota tu enojo y tratar de taparlo sólo lo empeora. ¿Porqué finges amabilidad cuando claramente estas molesto conmigo? No tengo idea de por qué. Pero te propongo, dime cualquier cosa que te estés guardando en este preciso momento, por grosera que sea y yo la escucharé. Total, me suele valer tres hectáreas de verga lo que me digan. Así te desahogas y todos tranquilos— Finalizó para agarrar otro mochi.
Ralexion se levantó de la silla como un resorte, brusco a más no poder. Gesticulaba exageradamente, su paciencia se había ido a freír espárragos y ya no le quedaba una sola gota de buenas maneras.
—¡¿Quieres saber lo que me pasa?! ¡Me hacen venir hasta aquí a pata para darle un estúpido pergamino a un tipo que resulta ser todavía más estúpido que toda este puñetero asunto! —señaló al ninja de Ame con desprecio, mientras tanto, todas las miradas del local estaban centradas sobre sí mismo— ¡Tenía un humor genial y tú lo has arruinado, maldito tuerto!
Se sentó de inmediato, mirando para el lado contrario a Kagetsuna y con los brazos cruzados, los morros bien puestos.
La camarera, temerosa, se acercó a la mesa donde estaban los dos muchachos. Se encontraba algo incómoda, pero debía hacer su trabajo.
—Esto... ¿señor cliente? Debo rogarle que baje su tono de voz. Me temo que está molestando al resto de clientes...
Falto de palabras, el Uzumaki se limitó a asentir a la camarera, a lo que esta se fue a continuar con sus quehaceres. Acto seguido, llegó la segunda parte del discurso del pelipúrpura.
—La gente se molesta cuando dices lo que en verdad piensas. Por eso las personas dicen lo que los demás quieren oír, para agradarles, mostrando emociones falsas. Pero si eres sincero no tardarán en tacharte de mala persona, porque prefieren mentiras piadosas a dolorosas verdades. ¿No crees que es triste entonces? ¿Fingir sólo por el miedo al que dirán? Te lo digo, a mí no me molesta. Dime lo que tengas que decir.— La forma de su único ojo se tornó afilada, esperando la respuesta del Uzumaki.
—Hmpf... ¿y supongo que estarás orgulloso de ser un verdadero borde, huh? —contrarió a la par que se quitaba el polvo del haori— Por supuesto que la gente se ofende si le dices todo lo que piensas, incluso un idiota como yo sabe algo así. Hay una diferencia muy grande entre ser un falso y simplemente ser gentil, ¡cretino!
Así fue hasta las siguientes palabras que dijo Kagetsuna...
—No te estreses de más. A leguas se nota tu enojo y tratar de taparlo sólo lo empeora. ¿Porqué finges amabilidad cuando claramente estas molesto conmigo? No tengo idea de por qué. Pero te propongo, dime cualquier cosa que te estés guardando en este preciso momento, por grosera que sea y yo la escucharé. Total, me suele valer tres hectáreas de verga lo que me digan. Así te desahogas y todos tranquilos— Finalizó para agarrar otro mochi.
Ralexion se levantó de la silla como un resorte, brusco a más no poder. Gesticulaba exageradamente, su paciencia se había ido a freír espárragos y ya no le quedaba una sola gota de buenas maneras.
—¡¿Quieres saber lo que me pasa?! ¡Me hacen venir hasta aquí a pata para darle un estúpido pergamino a un tipo que resulta ser todavía más estúpido que toda este puñetero asunto! —señaló al ninja de Ame con desprecio, mientras tanto, todas las miradas del local estaban centradas sobre sí mismo— ¡Tenía un humor genial y tú lo has arruinado, maldito tuerto!
Se sentó de inmediato, mirando para el lado contrario a Kagetsuna y con los brazos cruzados, los morros bien puestos.
La camarera, temerosa, se acercó a la mesa donde estaban los dos muchachos. Se encontraba algo incómoda, pero debía hacer su trabajo.
—Esto... ¿señor cliente? Debo rogarle que baje su tono de voz. Me temo que está molestando al resto de clientes...
Falto de palabras, el Uzumaki se limitó a asentir a la camarera, a lo que esta se fue a continuar con sus quehaceres. Acto seguido, llegó la segunda parte del discurso del pelipúrpura.
—La gente se molesta cuando dices lo que en verdad piensas. Por eso las personas dicen lo que los demás quieren oír, para agradarles, mostrando emociones falsas. Pero si eres sincero no tardarán en tacharte de mala persona, porque prefieren mentiras piadosas a dolorosas verdades. ¿No crees que es triste entonces? ¿Fingir sólo por el miedo al que dirán? Te lo digo, a mí no me molesta. Dime lo que tengas que decir.— La forma de su único ojo se tornó afilada, esperando la respuesta del Uzumaki.
—Hmpf... ¿y supongo que estarás orgulloso de ser un verdadero borde, huh? —contrarió a la par que se quitaba el polvo del haori— Por supuesto que la gente se ofende si le dices todo lo que piensas, incluso un idiota como yo sabe algo así. Hay una diferencia muy grande entre ser un falso y simplemente ser gentil, ¡cretino!