3/03/2017, 17:15
Kagetsuna no estaba seguro de cómo entrar al lugar. Logró bajar por la misma pared del callejón que usó para subir, para luego dirigirse hacia la parte delantera del edificio, en donde una gran pancarta señalaba "Palo de Cerezo S.A.", indicando que se trataba de alguna clase de negocio. Pensó en fingir ser un cliente o algo, pero que un niño de doce años se hiciese pasar por un comprador mayoritario no era de sus ideas más brillantes. Por segunda vez en el día se sintió arrepentido de no haber aprendido a usar el Henge No Jutsu en lugar de andar vagando.
"Cuando regrese a Ame tendré que ponerme a entrenar."
Tras pagar las consecuencias de su procrastinación y tener una nueva meta, decidió rodear el edificio para ver si lograba encontrar alguna otra entrada. Para su suerte, en la parte trasera parecía haber una salida de emergencia en caso de incendios y esas cosas, pero persistía el problema de lograr pasar desapercibido. De por sí su apariencia regular no era muy discreta que se diga. Su mejor opción era seguir con la idea de aparentar ser un posible comprador, pero era tan inverosímil que ni el mismo se creía que fuese a funcionar.
Dentro del local, los perros seguían ladrando con enorme fuerza, amenazando con despedazar al Uzumaki si este osaba bajarse en algún momento. En el exterior, los trabajadores aún no se percataban del escándalo, pero no tardarían en hacerlo si se prolongaba.
"Cuando regrese a Ame tendré que ponerme a entrenar."
Tras pagar las consecuencias de su procrastinación y tener una nueva meta, decidió rodear el edificio para ver si lograba encontrar alguna otra entrada. Para su suerte, en la parte trasera parecía haber una salida de emergencia en caso de incendios y esas cosas, pero persistía el problema de lograr pasar desapercibido. De por sí su apariencia regular no era muy discreta que se diga. Su mejor opción era seguir con la idea de aparentar ser un posible comprador, pero era tan inverosímil que ni el mismo se creía que fuese a funcionar.
Dentro del local, los perros seguían ladrando con enorme fuerza, amenazando con despedazar al Uzumaki si este osaba bajarse en algún momento. En el exterior, los trabajadores aún no se percataban del escándalo, pero no tardarían en hacerlo si se prolongaba.