3/03/2017, 18:57
Los alaridos de los animales no cesaron en ningún momento, por lo cual algunos de los trabajadores empezaron a sentirse molestos. No sólo debían soportar el de las maderas trabajándose sino que también los aullidos de los caninos.
—¡¿Por qué mierdas no se callan los chuchos?! Desde que dejamos la mugrosa planta ahí han estado ladrando.— Gritó el hombre gordo que se encontraba aserrando algunas tablas. —Tú, carajo— Le bufó a otro tipo que estaba a su lado. —Baja ahí y ve que están haciendo los perros.
—Pe-pe-pero— Tartamudeó asustado. Se trataba de un sujeto bajito, de cabello castaño y lentes de culo de botella. —De-de-debo-.
—¡QUÉ VAYAS DIJE!—
—¡Huuauauah!— Salió corriendo despavorido hacía al sótano del edifico.
Doberman, perros doberman. Odiaba a los doberman, y a cualquier otro perro. Simplemente no podía aguantar el pánico al ver a esas criaturas cuadrúpedas con sus hocicos babeantes y llenos de dientes puntiagudos. Pero hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para ir a la bodega, mientras sus pasos hacían eco en el desolado sótano, quedándose petrificado enfrente de la persiana. Colocó sus manos dispuesto a levantarla cuando...
POM, POM.
—¡¿Da-da-dad-ada!?
¡POM, POM, POM, POM!
—¡Voo-vo-vooooy!— Subió corriendo a toda velocidad por las escaleras al escuchar que alguien llamaba a la puerta principal. Se sentía aliviado de no tener que lidiar con los canes. Cualquier cosa pondría pretexto de que los clientes eran prioridad. Salió a la puerta principal con una gran sonrisa en su rostro y abrió el portón con alegría inconmensurable. —¡Sea bien-!... ve-venido— A primera vista no había nadie ahí, hasta que bajó la mirada para divisar a un chico o, ¿chica? de cabellos morados.
—Buenos días señor, me dijeron que debía venir a limpiar sus... ventanas— Habló con voz apagada.
"Claro que sí campeón... ¡PERO ES QUE SOY ESTÚPIDO! Esto no se la cree ni un mono con autismo."
Sólo había sido cosa de ir a robarse una toalla que se hallaba colgada en el tendedero de alguna casa vecina. Un plan tan vergonzoso que tenía sus cachetes más rojos que un tomate manzano. ¿Y se hacía llamar ninja? No le faltaban las ganas de seguir corriendo.
Por otro lado, al final la reja de los ductos de ventilación terminó cediendo. Era lo suficientemente espaciosa para que un niño del tamaño del Uzumaki pudiese introducirse con facilidad. Sin embargo, dentro del mismo había algunos ventiladores internos que cortaban el paso en algunas secciones, impidiendo llegar al exterior directamente.
—¡¿Por qué mierdas no se callan los chuchos?! Desde que dejamos la mugrosa planta ahí han estado ladrando.— Gritó el hombre gordo que se encontraba aserrando algunas tablas. —Tú, carajo— Le bufó a otro tipo que estaba a su lado. —Baja ahí y ve que están haciendo los perros.
—Pe-pe-pero— Tartamudeó asustado. Se trataba de un sujeto bajito, de cabello castaño y lentes de culo de botella. —De-de-debo-.
—¡QUÉ VAYAS DIJE!—
—¡Huuauauah!— Salió corriendo despavorido hacía al sótano del edifico.
Doberman, perros doberman. Odiaba a los doberman, y a cualquier otro perro. Simplemente no podía aguantar el pánico al ver a esas criaturas cuadrúpedas con sus hocicos babeantes y llenos de dientes puntiagudos. Pero hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para ir a la bodega, mientras sus pasos hacían eco en el desolado sótano, quedándose petrificado enfrente de la persiana. Colocó sus manos dispuesto a levantarla cuando...
POM, POM.
—¡¿Da-da-dad-ada!?
¡POM, POM, POM, POM!
—¡Voo-vo-vooooy!— Subió corriendo a toda velocidad por las escaleras al escuchar que alguien llamaba a la puerta principal. Se sentía aliviado de no tener que lidiar con los canes. Cualquier cosa pondría pretexto de que los clientes eran prioridad. Salió a la puerta principal con una gran sonrisa en su rostro y abrió el portón con alegría inconmensurable. —¡Sea bien-!... ve-venido— A primera vista no había nadie ahí, hasta que bajó la mirada para divisar a un chico o, ¿chica? de cabellos morados.
—Buenos días señor, me dijeron que debía venir a limpiar sus... ventanas— Habló con voz apagada.
"Claro que sí campeón... ¡PERO ES QUE SOY ESTÚPIDO! Esto no se la cree ni un mono con autismo."
Sólo había sido cosa de ir a robarse una toalla que se hallaba colgada en el tendedero de alguna casa vecina. Un plan tan vergonzoso que tenía sus cachetes más rojos que un tomate manzano. ¿Y se hacía llamar ninja? No le faltaban las ganas de seguir corriendo.
Por otro lado, al final la reja de los ductos de ventilación terminó cediendo. Era lo suficientemente espaciosa para que un niño del tamaño del Uzumaki pudiese introducirse con facilidad. Sin embargo, dentro del mismo había algunos ventiladores internos que cortaban el paso en algunas secciones, impidiendo llegar al exterior directamente.