3/03/2017, 22:15
Ajeno a lo que ocurría fuera del almacén, Ralexion se mantenía inverso en su tarea. Era una labor mecánica y pesada; la hoja del baikunai se le escapaba de la pequeña hendidura del tornillo en alguna ocasión, a lo cual respondía maldiciendo por lo bajo. Los minutos se hacían eternos. Una gota de sudor surcaba su frente. Quitó el primer tornillo, que cayó al suelo, dándole a uno de los doberman en el hocico. Luego otro, y otro... solo le quedaba uno. Se apresuró a destornillarlo, agarró la rejilla metálica y la lanzó al suelo del almacén, cayendo de una manera escandalosa.
Tomó una profunda bocanada de aire. El ladrido constante de los perros mientras trataba de abrirse un agujero hacia la libertad le estaba irritando. Introdujo la cabeza dentro del conducto, echando un vistazo al interior. Le esperaba un angosto recorrido en un lugar lleno de mugre.
—Quién me iba a decir esta mañana que terminaría metido dentro de un conducto de ventilación intentando salir de una puñetera fábrica...
Tomó impulso y se introdujo del todo, con la cabeza por delante. Gateó y pudo comprobar, aliviado, que disponía de espacio suficiente como para moverse. Ahora el problema radicaba en que no sabía hacia dónde se dirigía, por lo que se limitó a tomar una dirección al azar cada vez que se topaba con un desvío. Siempre evitando los ventiladores, por supuesto. No deseaba convertirse en picadillo.
Tomó una profunda bocanada de aire. El ladrido constante de los perros mientras trataba de abrirse un agujero hacia la libertad le estaba irritando. Introdujo la cabeza dentro del conducto, echando un vistazo al interior. Le esperaba un angosto recorrido en un lugar lleno de mugre.
—Quién me iba a decir esta mañana que terminaría metido dentro de un conducto de ventilación intentando salir de una puñetera fábrica...
Tomó impulso y se introdujo del todo, con la cabeza por delante. Gateó y pudo comprobar, aliviado, que disponía de espacio suficiente como para moverse. Ahora el problema radicaba en que no sabía hacia dónde se dirigía, por lo que se limitó a tomar una dirección al azar cada vez que se topaba con un desvío. Siempre evitando los ventiladores, por supuesto. No deseaba convertirse en picadillo.