8/03/2017, 05:42
Todo iba perfecto, terminaría rápido de remover las tablas dañadas y ubicar las nuevas no tenía por qué ser un problema, después de todo solo tenía que clavar la tabla en la tierra y luego clavarla a las tablas horizontales que mantenían todas las demás en su posición vertical. Pero justo en cuanto Tamako entró a su vivienda se hizo presente el enemigo de aquel vallado, el motivo por el que se encontraba en tales condiciones…
—Ah, bien… —Fue lo único que atinó a decir la rubia que no demostraba verdadera sorpresa.
Ni bien llegó hubiese jurado que el animal la hubiese atacado sin dudarlo de no ser por la pronta aparición de su dueña, además de que los daños en tan solo sectores del vallado dejaban en claro que no habían sido víctimas de las inclemencias del clima, mucho menos de gente que pasara del lado de la calle puesto que las partes dañadas dejaban en claro que los golpes y rasguños provenían del lado interno.
—Así que eras tú… —Dijo casi en un susurro la kunoichi que se volteaba aun a gachas para tomar asiento de piernas y brazos cruzados mirando al cuadrúpedo. —Imagino que tu dueña se verá obligada a seguir contratando gente para que le arregle el vallado mientras tú sigas con esa actitud. —Agregó aún en bajo tono como si esperase que el animal la entendiese.
Aun así la Sakamoto era consciente de que Tamachin no le prestaría atención, para el animal ella no era más que una extraña que irrumpió en su pacífica vivienda molestando a su querida ama y señora y de una manera u otra le estaba robando la atención de la misma. Es cierto, lo comprendía, pero otra historia era hacerle comprender a un mamífero que mientras más rompiera más molestaría a su dueña que tendría que seguir pagando materiales para el arreglo y probablemente mano de obra si es que no se conseguía a alguien dispuesto a hacerle el favor de reparar lo dañado. Pero si la oveja lo entendiese, la madera debería mantenerse en su lugar cumpliendo perfectamente su función durante muchos años.
Y sí, la kunoichi no se movería de su posición ni seguiría trabajando hasta que Tamako volviese, así al menos se aseguraba que no le vendría un ataque a traición mientras trabaja. «Lo único que me faltaría es irme con algún moratón de parte de este bicho. »Pensaba la rubia que se mantenía serena y muy atenta en su posición.
—Ah, bien… —Fue lo único que atinó a decir la rubia que no demostraba verdadera sorpresa.
Ni bien llegó hubiese jurado que el animal la hubiese atacado sin dudarlo de no ser por la pronta aparición de su dueña, además de que los daños en tan solo sectores del vallado dejaban en claro que no habían sido víctimas de las inclemencias del clima, mucho menos de gente que pasara del lado de la calle puesto que las partes dañadas dejaban en claro que los golpes y rasguños provenían del lado interno.
—Así que eras tú… —Dijo casi en un susurro la kunoichi que se volteaba aun a gachas para tomar asiento de piernas y brazos cruzados mirando al cuadrúpedo. —Imagino que tu dueña se verá obligada a seguir contratando gente para que le arregle el vallado mientras tú sigas con esa actitud. —Agregó aún en bajo tono como si esperase que el animal la entendiese.
Aun así la Sakamoto era consciente de que Tamachin no le prestaría atención, para el animal ella no era más que una extraña que irrumpió en su pacífica vivienda molestando a su querida ama y señora y de una manera u otra le estaba robando la atención de la misma. Es cierto, lo comprendía, pero otra historia era hacerle comprender a un mamífero que mientras más rompiera más molestaría a su dueña que tendría que seguir pagando materiales para el arreglo y probablemente mano de obra si es que no se conseguía a alguien dispuesto a hacerle el favor de reparar lo dañado. Pero si la oveja lo entendiese, la madera debería mantenerse en su lugar cumpliendo perfectamente su función durante muchos años.
Y sí, la kunoichi no se movería de su posición ni seguiría trabajando hasta que Tamako volviese, así al menos se aseguraba que no le vendría un ataque a traición mientras trabaja. «Lo único que me faltaría es irme con algún moratón de parte de este bicho. »Pensaba la rubia que se mantenía serena y muy atenta en su posición.