10/03/2017, 21:51
(Última modificación: 29/07/2017, 01:41 por Amedama Daruu.)
—Oh, ¡pero si sigue siendo sólo masa con chocolate! De hecho a tu madre le salen muy monos. ¡Mira! ¡Es solo un pececito! —dijo Ayame, acercándole el taiyaki a Daruu, quien arrastró la silla para apartarse y puso los brazos en cruz, negando con la cabeza.
—Is sili un picicitiiii... ¡Quita, que me da asco solo de verlo!
—Sabe parecido a un gofre, no tiene absolutamente nada de pescado. ¿Seguro que no quieres probarlo?
—Que no. Que los gofres son gofres, eso es una aberración.
Se cruzó de brazos e hinchó los mofletes con un mohín muy ridículo. Entonces sugirió lo de los bollitos de vainilla y Kori.
Ayame volvió a reír.
—Es cierto, le encantan esos bollitos. Creo que se volvería loco si tu madre dejara de hacerlos. A mí también me gustan mucho, pero quería probar algo nuevo... Ya que en casa nunca nos faltan de estos. Además, el taiyaki me estaba poniendo ojitos desde que hemos entrado por la puerta...
—Sí, claro, ojitos de pescado —contestó Daruu con angustia. Le dio un bocado a su bollito de vainilla. La crema llenó su boca y hasta su alma de un sabor dulce, riquísimo. Luego, abrió los ojos casi de forma desorbitada. Tragó con dificultad el bollito, se atragantó y empezó a toser.
Señaló a la puerta.
¿No había entrado una brisa fría?
—Is sili un picicitiiii... ¡Quita, que me da asco solo de verlo!
—Sabe parecido a un gofre, no tiene absolutamente nada de pescado. ¿Seguro que no quieres probarlo?
—Que no. Que los gofres son gofres, eso es una aberración.
Se cruzó de brazos e hinchó los mofletes con un mohín muy ridículo. Entonces sugirió lo de los bollitos de vainilla y Kori.
Ayame volvió a reír.
—Es cierto, le encantan esos bollitos. Creo que se volvería loco si tu madre dejara de hacerlos. A mí también me gustan mucho, pero quería probar algo nuevo... Ya que en casa nunca nos faltan de estos. Además, el taiyaki me estaba poniendo ojitos desde que hemos entrado por la puerta...
—Sí, claro, ojitos de pescado —contestó Daruu con angustia. Le dio un bocado a su bollito de vainilla. La crema llenó su boca y hasta su alma de un sabor dulce, riquísimo. Luego, abrió los ojos casi de forma desorbitada. Tragó con dificultad el bollito, se atragantó y empezó a toser.
Señaló a la puerta.
¿No había entrado una brisa fría?