12/03/2017, 23:30
Jadeante, se apresuró escaleras arriba -aunque realmente no estaba usando las escaleras, si no el techo de estas- a la par que los operarios -y probablemente los perros- seguían su estela. Finalmente pudo vislumbrar la pesada puerta metálica que llevaba a la azotea. Se dejó caer de vuelta a suelo firme y aterrizó de pie, arrodillado, cual gato. Sonrió, confiado, consciente de que estaba literalmente a unos pasos de poder marchar y continuar con su vida.
Atravesó el portón con la celeridad de alguien que está siendo perseguido. Su sonrisa se esfumó de sopetón al comprobar lo que le esperaba al otro lado. Su suerte fue nefasta, pues ya habían otros trabajadores esperándole. El pelirrojo se estaba cansando de la persistencia de aquellos hombres.
—¡Ni un paso más! —les ordenó con autoridad a pesar de su corta edad.
Sacó un shuriken y lo lanzó hacia el carpintero más cercano. La intención del arma no era herir a su objetivo, si no advertirle. La estrella pasó muy cerca de él, cortándole un par de mechones del flequillo al vuelo. Cuando el sujeto se percató de lo que había ocurrido cayó de culo al suelo. El resto retrocedieron, asustados.
—¡Muy bien, ahora quedáos quietecitos o la próxima no fallará! —amenazó, sacando con la zurda otro proyectil.
Sin despegar sus orbes avellana del semblante de sus perseguidores, trotó con paso ligero hasta la barandilla por donde había subido. Fue entonces cuando irrumpieron en escena los otros operarios, los que le habían seguido por la escalera. El ladrido de los doberman también se podía escuchar con facilidad, proveniente del rellano. Era momento de pirarse, sin lugar a dudas.
Saltó por encima del metal protector, para sorpresa de todos los presentes. Lo que los ya mencionados no sabían es que Ralexion era capaz de pegarse a la pared gracias al control del chakra. Corrió a toda velocidad a través de la fachada lateral de la fábrica en dirección al suelo. Ya fuera por curiosidad o preocupación, varios de sus rastreadores se asomaron, tan solo para quedar atónitos al ser testigos de lo que vieron.
—¡Eh, tuerto idiota! —gritó a mitad camino tras observar la figura del pelivioleta— ¡Vámonos de aquí!
Atravesó el portón con la celeridad de alguien que está siendo perseguido. Su sonrisa se esfumó de sopetón al comprobar lo que le esperaba al otro lado. Su suerte fue nefasta, pues ya habían otros trabajadores esperándole. El pelirrojo se estaba cansando de la persistencia de aquellos hombres.
—¡Ni un paso más! —les ordenó con autoridad a pesar de su corta edad.
Sacó un shuriken y lo lanzó hacia el carpintero más cercano. La intención del arma no era herir a su objetivo, si no advertirle. La estrella pasó muy cerca de él, cortándole un par de mechones del flequillo al vuelo. Cuando el sujeto se percató de lo que había ocurrido cayó de culo al suelo. El resto retrocedieron, asustados.
—¡Muy bien, ahora quedáos quietecitos o la próxima no fallará! —amenazó, sacando con la zurda otro proyectil.
Sin despegar sus orbes avellana del semblante de sus perseguidores, trotó con paso ligero hasta la barandilla por donde había subido. Fue entonces cuando irrumpieron en escena los otros operarios, los que le habían seguido por la escalera. El ladrido de los doberman también se podía escuchar con facilidad, proveniente del rellano. Era momento de pirarse, sin lugar a dudas.
Saltó por encima del metal protector, para sorpresa de todos los presentes. Lo que los ya mencionados no sabían es que Ralexion era capaz de pegarse a la pared gracias al control del chakra. Corrió a toda velocidad a través de la fachada lateral de la fábrica en dirección al suelo. Ya fuera por curiosidad o preocupación, varios de sus rastreadores se asomaron, tan solo para quedar atónitos al ser testigos de lo que vieron.
—¡Eh, tuerto idiota! —gritó a mitad camino tras observar la figura del pelivioleta— ¡Vámonos de aquí!