21/03/2017, 01:41
(Última modificación: 29/07/2017, 01:41 por Amedama Daruu.)
¡Bu-buenos días, Kori-kun! —contestó Kiroe apresuradamente. Al otro lado de la sala, se escuchó el sonido de un globo de agua al estallar—. ¡¡DARUU, IDIOTA!!
Kiroe estiró el brazoy agarró un palo alargado. Se dirigió a toda velocidad, aparentemente hecha una furia, a la mesa donde Daruu estaba sentado.
—Mira que eres un desastre. Siempre igual, "tengo sed mamá, ponme un vaso de agua también". Y luego no sabes beber, ¡bocachocho! —Los demás clientes, ajenos a lo que de verdad estaba sucediendo, rieron. Daruu no supo si agradecer la táctica de viejo disimulo shinobi de su madre o si desear que la tierra le tragase. Enrojeció como un tomate.
De debajo del kimono, Kiroe sacó una bolsa llena de bollitos de vainilla y la dejó encima de la mesa. Cogió el taiyaki con la habilidad de un prestidigitador y lo metió dentro. Asió la fregona y... absorbió con ella el agua del suelo con ahínco.
—¡Anda, atiende a tu invitado como se merece —dijo, y salió a una velocidad elevada, ni caminando ni corriendo, hacia la cocina.
—Buenas tardes, Daruu-kun —saludó Kori. Se detuvo al pisar el suelo mojado. Daruu señaló con timidez el vaso volcado que su madre había dejado en la mesa.
—¿Esperas compañía? —añadió.
—Sí —dijo Daruu. «Allá vamos. Con naturalidad». Señaló la bolsa de bollitos—. La tuya. Feliz cumpleaños, Kori-san. ¡Sorpresa!
Levantó los brazos y sonrió como un idiota.
Kiroe estiró el brazoy agarró un palo alargado. Se dirigió a toda velocidad, aparentemente hecha una furia, a la mesa donde Daruu estaba sentado.
—Mira que eres un desastre. Siempre igual, "tengo sed mamá, ponme un vaso de agua también". Y luego no sabes beber, ¡bocachocho! —Los demás clientes, ajenos a lo que de verdad estaba sucediendo, rieron. Daruu no supo si agradecer la táctica de viejo disimulo shinobi de su madre o si desear que la tierra le tragase. Enrojeció como un tomate.
De debajo del kimono, Kiroe sacó una bolsa llena de bollitos de vainilla y la dejó encima de la mesa. Cogió el taiyaki con la habilidad de un prestidigitador y lo metió dentro. Asió la fregona y... absorbió con ella el agua del suelo con ahínco.
—¡Anda, atiende a tu invitado como se merece —dijo, y salió a una velocidad elevada, ni caminando ni corriendo, hacia la cocina.
—Buenas tardes, Daruu-kun —saludó Kori. Se detuvo al pisar el suelo mojado. Daruu señaló con timidez el vaso volcado que su madre había dejado en la mesa.
—¿Esperas compañía? —añadió.
—Sí —dijo Daruu. «Allá vamos. Con naturalidad». Señaló la bolsa de bollitos—. La tuya. Feliz cumpleaños, Kori-san. ¡Sorpresa!
Levantó los brazos y sonrió como un idiota.