21/03/2017, 22:18
—Sí, ¿Es usted el señor Chizu Nezumi? —respondió Toshio.
— Buenas tardes, señor —añadió su compañero.
El hombre los miró a ambos de manera alternativa con sus pequeños ojillos escondidos detrás de sus gafas de montura cuadrada. Fue entonces cuando reparó en las bandanas que lucían ambos chicos, y sus labios formaron una O perfecta.
—¡Oh! ¡Ustedes deben ser los shinobi que el señor contrató! Pasad, pasad, os estaba esperando —dijo, apartándose de la puerta para invitarles a entrar.
Nada más atravesar el umbral de la puerta, tanto Toshio como Yota se encontraron en una recepción bastante más amplia de lo que sería lo normal en una casa de campo. El suelo y las paredes parecían estar confeccionados con la madera de mejor calidad que se podría encontrar en todo el País del Bosque y, a juzgar por su antinatural brillo, había sido encerado hacía relativamente poco tiempo.
—Por favor, quítense los zapatos y déjenlos junto a la puerta. Pueden esperar aquí mientras voy a avisar a Chīzu-sama de su presencia.
Con una pronunciada reverencia, el hombre abandonó el salón a través de una puerta que quedaba tras subir unas inmaculadas escaleras de mármol.
Ambos chicos pudieron escuchar con total claridad un ligero traqueteo en el suelo tras su espalda. Pero si se giraban para ver de qué se trataba, nada quedaría a la vista de sus ojos más allá de la puerta de entrada.
—¡Vaya, ya era hora! —exclamó un hombre que no debía superar los cuarenta años desde lo alto de las escaleras, con ambas manos apoyadas en la barandilla. Era alto y bastante delgado, de piel pálida, cabellos rubios y ojos claros. Pese a su apariencia, vestía ropas de campesino. Aunque sin duda alguna la tela tenía una calidad claramente superior a la del resto de trabajadores que debía haber por allí—. ¿Qué ha pasado? Os habéis retrasado bastante. Creí haberle dicho a Morikage-sama que necesitaba que sus genin se presentaran con la mayor urgencia posible.
— Buenas tardes, señor —añadió su compañero.
El hombre los miró a ambos de manera alternativa con sus pequeños ojillos escondidos detrás de sus gafas de montura cuadrada. Fue entonces cuando reparó en las bandanas que lucían ambos chicos, y sus labios formaron una O perfecta.
—¡Oh! ¡Ustedes deben ser los shinobi que el señor contrató! Pasad, pasad, os estaba esperando —dijo, apartándose de la puerta para invitarles a entrar.
Nada más atravesar el umbral de la puerta, tanto Toshio como Yota se encontraron en una recepción bastante más amplia de lo que sería lo normal en una casa de campo. El suelo y las paredes parecían estar confeccionados con la madera de mejor calidad que se podría encontrar en todo el País del Bosque y, a juzgar por su antinatural brillo, había sido encerado hacía relativamente poco tiempo.
—Por favor, quítense los zapatos y déjenlos junto a la puerta. Pueden esperar aquí mientras voy a avisar a Chīzu-sama de su presencia.
Con una pronunciada reverencia, el hombre abandonó el salón a través de una puerta que quedaba tras subir unas inmaculadas escaleras de mármol.
Ambos chicos pudieron escuchar con total claridad un ligero traqueteo en el suelo tras su espalda. Pero si se giraban para ver de qué se trataba, nada quedaría a la vista de sus ojos más allá de la puerta de entrada.
—¡Vaya, ya era hora! —exclamó un hombre que no debía superar los cuarenta años desde lo alto de las escaleras, con ambas manos apoyadas en la barandilla. Era alto y bastante delgado, de piel pálida, cabellos rubios y ojos claros. Pese a su apariencia, vestía ropas de campesino. Aunque sin duda alguna la tela tenía una calidad claramente superior a la del resto de trabajadores que debía haber por allí—. ¿Qué ha pasado? Os habéis retrasado bastante. Creí haberle dicho a Morikage-sama que necesitaba que sus genin se presentaran con la mayor urgencia posible.
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