26/03/2017, 22:15
La travesía hasta el hogar de Ishiwaru Meiko transcurrió sin eventos dignos de mención. Ritsuko llamó a la puerta, y poco después esta se abrió. Asomó el rostro una mujer de semblante triste, tez pálida y facciones que indicaban que era joven, cabello rubio y corto, ataviada con una blusa marrón y una falda color crema.
—¿Si...? —le preguntó sin ánimos a la kunoichi, no obstante, cuando la fémina cayó en la cuenta del protector con el símbolo de Kusa que Ritsuko llevaba como cinturón, se le iluminaron los ojos— ¡¿Eres una ninja?! Ay, que bien, por fin alguien va a buscar a mi pobre Mishifú. ¡Pasa, pasa!
Abrió la puerta y le hizo un gesto con su diestra indicándole a la pelirroja que podía acceder. El interior de la vivienda era excesivamente opulento. Se podía apreciar la calidad de la madera en el suelo y los muebles con tan solo echarle un vistazo. La genin pudo observar más de un jarrón extremadamente caro según seguía a la señora de la casa. Meiko la dirigió hasta lo que parecía ser el salón, el cual tenía una enorme biblioteca, ventanales de tamaño respetable y un par de sofás con una mesa en medio, dispuestos de forma que un mueble quedaba delante del otro y viceversa.
—Tome asiento, por favor. Justo iba a tomar el té, espere un momento —le indicó con actitud cordial, marchándose hacia otra sala que debía de ser la cocina.
Poco después la mujer retornó con una bandeja de plata que llevaba sobre sí dos tazas de té y un plato con pastas. La dejó en la mesa y se sentó en el sillón contrario al de Ritsuko. Cruzó las piernas y se aclaró la voz.
—Espero que le guste, coma lo que quiera. Ahora... —su voz se quebró, su expresión de tristeza retornó— ¿Supongo que está aquí para hablar sobre mi Mishifú, verdad...?
—¿Si...? —le preguntó sin ánimos a la kunoichi, no obstante, cuando la fémina cayó en la cuenta del protector con el símbolo de Kusa que Ritsuko llevaba como cinturón, se le iluminaron los ojos— ¡¿Eres una ninja?! Ay, que bien, por fin alguien va a buscar a mi pobre Mishifú. ¡Pasa, pasa!
Abrió la puerta y le hizo un gesto con su diestra indicándole a la pelirroja que podía acceder. El interior de la vivienda era excesivamente opulento. Se podía apreciar la calidad de la madera en el suelo y los muebles con tan solo echarle un vistazo. La genin pudo observar más de un jarrón extremadamente caro según seguía a la señora de la casa. Meiko la dirigió hasta lo que parecía ser el salón, el cual tenía una enorme biblioteca, ventanales de tamaño respetable y un par de sofás con una mesa en medio, dispuestos de forma que un mueble quedaba delante del otro y viceversa.
—Tome asiento, por favor. Justo iba a tomar el té, espere un momento —le indicó con actitud cordial, marchándose hacia otra sala que debía de ser la cocina.
Poco después la mujer retornó con una bandeja de plata que llevaba sobre sí dos tazas de té y un plato con pastas. La dejó en la mesa y se sentó en el sillón contrario al de Ritsuko. Cruzó las piernas y se aclaró la voz.
—Espero que le guste, coma lo que quiera. Ahora... —su voz se quebró, su expresión de tristeza retornó— ¿Supongo que está aquí para hablar sobre mi Mishifú, verdad...?