27/03/2017, 01:50
—Sí, lléveselo... lo que sea por recuperar a Mishifú... —se apartó las lágrimas del rostro, algo más compuesta que antes— Le acompañaré al jardín, por favor, sígame.
La rubia se levantó, con pasos incómodos pero firmes caminó hasta el otro extremo de la casa, plantándose frente a una puerta trasera. La abrió, saliendo al exterior y esperando que Ritsuko siguiera su estela.
El ya mencionado jardín era en realidad una rosaleda. Había un humilde camino de piedra que discurría hasta la mitad del lugar, el cual gozaba de un pequeño claro circular. Pero el resto estaba cubierto de rosas. La mayoría rojas, algunas blancas, incluso había unas pocas azules.
—Como puede ver, me gustan las flores. Cuido de ellas yo misma a diario. A Mishifú le encantaba jugar por aquí, aunque a veces se clavara una espina. Haga lo que tenga que hacer, por favor.
La kunoichi tenía vía libre para echar un ojo alrededor y tratar de dar con algún rastro.
La rubia se levantó, con pasos incómodos pero firmes caminó hasta el otro extremo de la casa, plantándose frente a una puerta trasera. La abrió, saliendo al exterior y esperando que Ritsuko siguiera su estela.
El ya mencionado jardín era en realidad una rosaleda. Había un humilde camino de piedra que discurría hasta la mitad del lugar, el cual gozaba de un pequeño claro circular. Pero el resto estaba cubierto de rosas. La mayoría rojas, algunas blancas, incluso había unas pocas azules.
—Como puede ver, me gustan las flores. Cuido de ellas yo misma a diario. A Mishifú le encantaba jugar por aquí, aunque a veces se clavara una espina. Haga lo que tenga que hacer, por favor.
La kunoichi tenía vía libre para echar un ojo alrededor y tratar de dar con algún rastro.