19/04/2017, 01:33
Escándalo, luces neón, vendedores ofreciéndote a su abuela al mejor precio, un día normal en el distrito comercial. Si bien existía mucha mercancía variada para los gustos de los mayores; desde discotecas, bares y demás, parecía ser un lugar donde no había mucha diversión para los pequeños y dulces prospectos de asesinos de las fuerzas militares de Amegakure. En efecto, ser niño y shinobi a la vez es duro, pues no existe demasiado entretenimiento al que se pueda optar de forma regular, o al menos eso parecía.
En algún callejón amparado bajo la lluvia y las paredes de concreto, un local un tanto peculiar atraía la atención de niños y adolescentes por igual, prometiendo una novedad tecnológica nunca antes vista: las arcadias.
—¡Qué me parta un mal rayo!— Se escuchó gritar en la sala por parte de cierto niño de peinado femenino. —Tch.— Chasqueó la lengua molesto al ver que muchos de los presentes se le quedaron viendo, más no les prestó más atención.
Le bastaba dedicar una mala mirada y darse la vuelta mientras metía otra ficha a la máquina, en algo tenía que gastarse el sueldo de la última misión. Además, ya llevaba un buen récord en el Otsusuki Invaders y no deseaba arruinar el puntaje. Podía presumir en ser de los mejores a la hora de disparar shurikens contra los aliens ojiblancos, ya quisiera él tener esa puntería en la vida real, pero la discapacidad que poseía era una limitante fuera de sus manos. Aún así le agarró vicio al juego, era una de las pocas ventajas que tenía al vivir en la aldea más avanzada de Ōnindo.
"Por fin algo de beneficio. Además acá puedo descansar y no tengo que soportar al pesado de Kaido. Sólo ruego que nunca descubra este lugar."
En algún callejón amparado bajo la lluvia y las paredes de concreto, un local un tanto peculiar atraía la atención de niños y adolescentes por igual, prometiendo una novedad tecnológica nunca antes vista: las arcadias.
—¡Qué me parta un mal rayo!— Se escuchó gritar en la sala por parte de cierto niño de peinado femenino. —Tch.— Chasqueó la lengua molesto al ver que muchos de los presentes se le quedaron viendo, más no les prestó más atención.
Le bastaba dedicar una mala mirada y darse la vuelta mientras metía otra ficha a la máquina, en algo tenía que gastarse el sueldo de la última misión. Además, ya llevaba un buen récord en el Otsusuki Invaders y no deseaba arruinar el puntaje. Podía presumir en ser de los mejores a la hora de disparar shurikens contra los aliens ojiblancos, ya quisiera él tener esa puntería en la vida real, pero la discapacidad que poseía era una limitante fuera de sus manos. Aún así le agarró vicio al juego, era una de las pocas ventajas que tenía al vivir en la aldea más avanzada de Ōnindo.
"Por fin algo de beneficio. Además acá puedo descansar y no tengo que soportar al pesado de Kaido. Sólo ruego que nunca descubra este lugar."