21/04/2017, 12:04
—Ya veremos lo que hacemos contigo... lo primero de todo es volver a la cabaña, por si las moscas —dijo Ralexion, sin perder ojo del horizonte del río.
—Es verdad. Una vez estemos a salvo, podremos hablar con más calma. ¡Vamos, sal! —exclamó Daruu.
El niño, receloso, salió con dificultad entre las rocas. Tenía parte de la camiseta hecha jirones, de haberse tropezado y caído más de una vez, y además, en el brazo derecho, una raja fina pero sangrante, probablemente el arañazo al que se había referido con anterioridad y que le había hecho el oso.
—Además, esa herida no tiene buena pinta, chico. Tendremos que limpiártela y desinfectarla.
En el rostro del niño se dibujó un terror absoluto. Estuvo a punto de ir, pero Daruu intercedió el pie y le hizo caer con una zancadilla. El crío aulló de dolor.
—¡No, por favor, no me hagas daño!
—¡Idiota! Si no te curamos la herida, podrías morir de una infección. ¿Es eso lo que quieres? —masculló Daruu. Luego, se acercó al niño y se acuclilló frente a él—. Dijiste que querías ser un ninja, ¿no? Nosotros tenemos que lidiar muchas veces con ese tipo de heridas, y yo tengo muy poca experiencia, pero estoy seguro de que un ninja veterano ha vivido situaciones mucho peores. Si te comportas como un niño al que su abuelo tiene que vigilar, es muy probable que nunca dejes de serlo, ¿no?
El niño levantó la mirada, con un puchero. Asintió.
—Vamos. Tú también puedes comer pizza con nosotros. Y nos contarás tranquilamente toda tu historia. Entonces, decidiremos. ¿De acuerdo? Te daremos esa oportunidad.
—Va... vale.
Daruu extendió la mano y ayudó al muchacho a levantarse.
—Me... me llamo Kabocha. Pankin Kabocha.
—Amedama Daruu, encantado de conocerte, Kabocha-kun.
Miró a Ralexion y señaló el camino de vuelta a la cabaña.
—Vámonos. O ese oso volverá y tendremos que lidiar con él.
Habían acomodado a Kabocha en el sofá del salón y el mismo Daruu se había ocupado de limpiar la herida del crío con agua oxigenada, mientras Ralexion lo sujetaba, porque el endemoniado no dejaba de moverse. Luego, le habían vendado el brazo, y ahora Daruu estaba en la cocina, haciendo los últimos preparativos para meter las pizzas en el horno.
—Ralexion-san... —dijo Kabocha, asustado—. No voy a poder ser un ninja nunca, ¿verdad? Soy... un cobarde, y un llorón. Nunca podría haberme enfrentado a ese oso como vosotros.
Abatido, reposó la cabeza en sus dos manos, y los codos en los muslos, inclinándose hacia delante en el sofá.
—Mi abuelo siempre me lo dice: tú tienes que ocuparte de las calabazas, como mis padres. Y los padres de mis padres. Pero a mi siempre me han gustado las historias de ninjas. Quizás tenga razón, y deba rendirme...
—Es verdad. Una vez estemos a salvo, podremos hablar con más calma. ¡Vamos, sal! —exclamó Daruu.
El niño, receloso, salió con dificultad entre las rocas. Tenía parte de la camiseta hecha jirones, de haberse tropezado y caído más de una vez, y además, en el brazo derecho, una raja fina pero sangrante, probablemente el arañazo al que se había referido con anterioridad y que le había hecho el oso.
—Además, esa herida no tiene buena pinta, chico. Tendremos que limpiártela y desinfectarla.
En el rostro del niño se dibujó un terror absoluto. Estuvo a punto de ir, pero Daruu intercedió el pie y le hizo caer con una zancadilla. El crío aulló de dolor.
—¡No, por favor, no me hagas daño!
—¡Idiota! Si no te curamos la herida, podrías morir de una infección. ¿Es eso lo que quieres? —masculló Daruu. Luego, se acercó al niño y se acuclilló frente a él—. Dijiste que querías ser un ninja, ¿no? Nosotros tenemos que lidiar muchas veces con ese tipo de heridas, y yo tengo muy poca experiencia, pero estoy seguro de que un ninja veterano ha vivido situaciones mucho peores. Si te comportas como un niño al que su abuelo tiene que vigilar, es muy probable que nunca dejes de serlo, ¿no?
El niño levantó la mirada, con un puchero. Asintió.
—Vamos. Tú también puedes comer pizza con nosotros. Y nos contarás tranquilamente toda tu historia. Entonces, decidiremos. ¿De acuerdo? Te daremos esa oportunidad.
—Va... vale.
Daruu extendió la mano y ayudó al muchacho a levantarse.
—Me... me llamo Kabocha. Pankin Kabocha.
—Amedama Daruu, encantado de conocerte, Kabocha-kun.
Miró a Ralexion y señaló el camino de vuelta a la cabaña.
—Vámonos. O ese oso volverá y tendremos que lidiar con él.
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Habían acomodado a Kabocha en el sofá del salón y el mismo Daruu se había ocupado de limpiar la herida del crío con agua oxigenada, mientras Ralexion lo sujetaba, porque el endemoniado no dejaba de moverse. Luego, le habían vendado el brazo, y ahora Daruu estaba en la cocina, haciendo los últimos preparativos para meter las pizzas en el horno.
—Ralexion-san... —dijo Kabocha, asustado—. No voy a poder ser un ninja nunca, ¿verdad? Soy... un cobarde, y un llorón. Nunca podría haberme enfrentado a ese oso como vosotros.
Abatido, reposó la cabeza en sus dos manos, y los codos en los muslos, inclinándose hacia delante en el sofá.
—Mi abuelo siempre me lo dice: tú tienes que ocuparte de las calabazas, como mis padres. Y los padres de mis padres. Pero a mi siempre me han gustado las historias de ninjas. Quizás tenga razón, y deba rendirme...
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)