21/04/2017, 16:22
Mantuvo la guardia bien alta, esperando a que el niño saliera de entre las rocas. No paraba de preguntarse si, en caso de que el oso volviera, sería capaz de derrotarlo. Se dijo a sí mismo que mejor no hacerse esas preguntas a no ser que fuera totalmente necesario; es decir, si el oso retornara de verdad.
Le apenó comprobar el estado en el que se encontraba el pequeño. Debía de haber sido una experiencia terrible, como poco. Su ropa había sido degradada a harapos, y sufría un feo corte en el brazo. No obstante, dio gracias en su fuero interno porque fuera eso y nada más, un animal de tal tamaño podría haberlo partido por la mitad si se hubiera dado el caso.
—No seas muy duro con él, Daruu-san, el pobre ha pasado algo muy feo —intercedió a favor del infante después de que el Hyūga le pusiera la zancadilla.
A la par que su compañero se agachaba a la vera del niño, Ralexion se alejaba unos pasos del dúo, aproximándose a la orilla del río, los ojos perdidos en el horizonte. Temía que les tomaran por sorpresa.
Si uno se fijaba bien en sus manos podría comprobar que todavía le temblaban ligeramente.
Mas no había nada de nada. La bestia seguía en paradero desconocido y ningún otro animal salvaje se atrevía a asomar los morros. El Uchiha dejó escapar un profundo suspiro, algo más tranquilo. Se aproximó de vuelta a Daruu y el niño, el cual ya estaba de pie y parecía más dispuesto a caminar.
«Pankin Kabocha... está bien ponerle un nombre a nuestro misterioso niño calabaza, por fin.».
—¡Un placer, Kabocha-san! Yo soy Uchiha Ralexion —le sonrió— Pongámonos en marcha entonces.
Tras llevar a cabo primeros auxilios sobre el corte de Kabocha -el cual no colaboró nada con el proceso, por cierto-, Ralexion se quedó solo con el infante. Atendió sus palabras, torciendo el gesto gradualmente. Podía comprender cómo se sentía, pero el Uchiha pensaba que se estaba agobiando de más sin motivo.
—Escucha, Kabocha-san... tener miedo es algo natural. Yo también tenía miedo de ese oso. Ser ninja es una cuestión de esfuerzo y entrenamiento. Si de verdad quieres, solo necesitas esforzarte —le aseguró con el tono más suave que pudo, y se sentó junto a él en el sofá— Lo importante es mantener ese miedo bajo control. Además, es comprensible que después de lo que has vivido lo pasaras tan mal...
«Hmm... ¿y por qué me suena a mí algo que tenía que ver con las calabazas? Siento como que me he olvidado de algo importante...».
Le apenó comprobar el estado en el que se encontraba el pequeño. Debía de haber sido una experiencia terrible, como poco. Su ropa había sido degradada a harapos, y sufría un feo corte en el brazo. No obstante, dio gracias en su fuero interno porque fuera eso y nada más, un animal de tal tamaño podría haberlo partido por la mitad si se hubiera dado el caso.
—No seas muy duro con él, Daruu-san, el pobre ha pasado algo muy feo —intercedió a favor del infante después de que el Hyūga le pusiera la zancadilla.
A la par que su compañero se agachaba a la vera del niño, Ralexion se alejaba unos pasos del dúo, aproximándose a la orilla del río, los ojos perdidos en el horizonte. Temía que les tomaran por sorpresa.
Si uno se fijaba bien en sus manos podría comprobar que todavía le temblaban ligeramente.
Mas no había nada de nada. La bestia seguía en paradero desconocido y ningún otro animal salvaje se atrevía a asomar los morros. El Uchiha dejó escapar un profundo suspiro, algo más tranquilo. Se aproximó de vuelta a Daruu y el niño, el cual ya estaba de pie y parecía más dispuesto a caminar.
«Pankin Kabocha... está bien ponerle un nombre a nuestro misterioso niño calabaza, por fin.».
—¡Un placer, Kabocha-san! Yo soy Uchiha Ralexion —le sonrió— Pongámonos en marcha entonces.
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Tras llevar a cabo primeros auxilios sobre el corte de Kabocha -el cual no colaboró nada con el proceso, por cierto-, Ralexion se quedó solo con el infante. Atendió sus palabras, torciendo el gesto gradualmente. Podía comprender cómo se sentía, pero el Uchiha pensaba que se estaba agobiando de más sin motivo.
—Escucha, Kabocha-san... tener miedo es algo natural. Yo también tenía miedo de ese oso. Ser ninja es una cuestión de esfuerzo y entrenamiento. Si de verdad quieres, solo necesitas esforzarte —le aseguró con el tono más suave que pudo, y se sentó junto a él en el sofá— Lo importante es mantener ese miedo bajo control. Además, es comprensible que después de lo que has vivido lo pasaras tan mal...
«Hmm... ¿y por qué me suena a mí algo que tenía que ver con las calabazas? Siento como que me he olvidado de algo importante...».