21/04/2017, 16:53
El anciano asintió varias veces con los ojos cerrados. Parecía satisfecho con las respuestas de los muchachos.
—Muy bien, pues seguidme.
Los condujo a lo largo de la calle principal a ritmo de babosa pocha. El señor caminaba con las manos a la espalda, el cuerpo arqueado pero el rostro bien alto. Se mantuvo en silencio, y esta situación se prolongó durante unos buenos cinco minutos, hasta que llegaron a un edificio de madera y paja más grande que los demás, casi en el extremo norte de la aldea. Curiosamente no habían cabañas de campesinos alrededor de este, a pesar de lo apiladas que estaban el resto de fincas.
—Aquí estamos, aquí estamos, mi vieja casa —masculló según se acercaba a la puerta, fabricada en madera de roble bien sólida, tan ancha como dos puertas combinadas.
La entrada se encontraba desbloqueda, pues el caballero la abrió sin necesidad de una llave. La oscuridad que reinaba en el interior dio la bienvenida a los huéspedes cuando el portón cedió. El posadero se internó sin pena ni gloria y tomó el asa de un reposador fabricado en latón que llevaba una vela montada encima; lo encendió con un fósforo y se hizo la luz, aunque era una luz tenue que creaba sombras algo perturbantes.
—Adelante, bienvenidos al "Tejón rojo", mi humilde morada —hizo un gesto con la mano libre para que le siguieran según penetraba en el recibidor— Son 20 ryos la noche, ¡y no preparo el desayuno! Eso tendréis que buscarlo vosotros. Puedo poneros juntos o por separado, me es lo mismo, en estos momentos no tengo a otros huéspedes.
Caminó hacia un mueble que estaba dispuesto en mitad del recibidor, cercano a la pared del fondo. Debía de tratarse de la recepción o algo similar.
—Bueno, vosotros diréis.
El grupo de investigadores se encontraría con un pasillo de apenas de un metro de largo al entrar, que desembocaba en el recibidor. El susodicho, además del mueble ya mencionado, tenía unos bancos para sentarse en las esquinas, y varias ventanas a los lados. La oscuridad no les permitía distinguir mucho más. A izquierda y derecha un pasillo discurría en cada dirección, con las habitaciones, baños comunales de cada ala y escaleras que llevaban al segundo piso.
—Muy bien, pues seguidme.
Los condujo a lo largo de la calle principal a ritmo de babosa pocha. El señor caminaba con las manos a la espalda, el cuerpo arqueado pero el rostro bien alto. Se mantuvo en silencio, y esta situación se prolongó durante unos buenos cinco minutos, hasta que llegaron a un edificio de madera y paja más grande que los demás, casi en el extremo norte de la aldea. Curiosamente no habían cabañas de campesinos alrededor de este, a pesar de lo apiladas que estaban el resto de fincas.
—Aquí estamos, aquí estamos, mi vieja casa —masculló según se acercaba a la puerta, fabricada en madera de roble bien sólida, tan ancha como dos puertas combinadas.
La entrada se encontraba desbloqueda, pues el caballero la abrió sin necesidad de una llave. La oscuridad que reinaba en el interior dio la bienvenida a los huéspedes cuando el portón cedió. El posadero se internó sin pena ni gloria y tomó el asa de un reposador fabricado en latón que llevaba una vela montada encima; lo encendió con un fósforo y se hizo la luz, aunque era una luz tenue que creaba sombras algo perturbantes.
—Adelante, bienvenidos al "Tejón rojo", mi humilde morada —hizo un gesto con la mano libre para que le siguieran según penetraba en el recibidor— Son 20 ryos la noche, ¡y no preparo el desayuno! Eso tendréis que buscarlo vosotros. Puedo poneros juntos o por separado, me es lo mismo, en estos momentos no tengo a otros huéspedes.
Caminó hacia un mueble que estaba dispuesto en mitad del recibidor, cercano a la pared del fondo. Debía de tratarse de la recepción o algo similar.
—Bueno, vosotros diréis.
El grupo de investigadores se encontraría con un pasillo de apenas de un metro de largo al entrar, que desembocaba en el recibidor. El susodicho, además del mueble ya mencionado, tenía unos bancos para sentarse en las esquinas, y varias ventanas a los lados. La oscuridad no les permitía distinguir mucho más. A izquierda y derecha un pasillo discurría en cada dirección, con las habitaciones, baños comunales de cada ala y escaleras que llevaban al segundo piso.