22/04/2017, 11:11
Noemi, como buena kunoichi que se aprecie, realizó un gran trabajo al mezclar ambos líquidos que, aunque un poco indecisa entre hacerlo o no; al final había resultado bastante prometedor: el vallado comenzaba a secar en los lugares que había pintado al comienzo, brillando gracias al barniz y resaltando con el sol que se alzaba en el cielo. Parecía prácticamente nuevo, recién comprado.
Poco a poco las vallas se iban pintando, y la rubia seguramente se sentiría satisfecha de su gran labor, pues, al ser la primera misión oficial, le estaba yendo bastante bien pese al contratiempo ovejuno que había sufrido.
La puerta de la casa se abrió a sus espaldas, y la anciana Tamako salió por ellas con el rostro cabizbajo. Ningún animal la acompañaba, solo ella con un vaso y una jarra de agua fría.
— Joven. — Llamó la mujer, esperando a que Noemi pudiese responderla. — De verdad que estoy muy agradecida por el trabajo que estás haciendo con el vallado, por favor, si necesitas beber algo siéntete libre de tomarte un breve descanso. — Alegó mientras dejaba los utensilios cerca de la Sakamoto. — Y vuelvo pedirte disculpas, a partir de hoy vigilaré mejor a mis animales, ya que son mi responsabilidad al fin y al cabo.
Bajó la cabeza un par de segundos, luego la levantó dejando ver una pequeña sonrisa.
— Como veo que ya casi has terminado, no voy a molestarte más. — Dijo después de un corto periodo de tiempo. — Cuando termines presenta esto en la recepción del edificio de la Uzukage y ya serás libre. — Le tendió un pergamino enrollado con el símbolo del remolino. — Yo tengo que marchar a hacer unos recados, ha sido un placer joven.
Volvió a bajar la cabeza en señal de despedida para luego salir con cuidado del lugar, alejándose por la calle hasta que tras girar una esquina Noemi ya no podría verla.
Poco a poco las vallas se iban pintando, y la rubia seguramente se sentiría satisfecha de su gran labor, pues, al ser la primera misión oficial, le estaba yendo bastante bien pese al contratiempo ovejuno que había sufrido.
La puerta de la casa se abrió a sus espaldas, y la anciana Tamako salió por ellas con el rostro cabizbajo. Ningún animal la acompañaba, solo ella con un vaso y una jarra de agua fría.
— Joven. — Llamó la mujer, esperando a que Noemi pudiese responderla. — De verdad que estoy muy agradecida por el trabajo que estás haciendo con el vallado, por favor, si necesitas beber algo siéntete libre de tomarte un breve descanso. — Alegó mientras dejaba los utensilios cerca de la Sakamoto. — Y vuelvo pedirte disculpas, a partir de hoy vigilaré mejor a mis animales, ya que son mi responsabilidad al fin y al cabo.
Bajó la cabeza un par de segundos, luego la levantó dejando ver una pequeña sonrisa.
— Como veo que ya casi has terminado, no voy a molestarte más. — Dijo después de un corto periodo de tiempo. — Cuando termines presenta esto en la recepción del edificio de la Uzukage y ya serás libre. — Le tendió un pergamino enrollado con el símbolo del remolino. — Yo tengo que marchar a hacer unos recados, ha sido un placer joven.
Volvió a bajar la cabeza en señal de despedida para luego salir con cuidado del lugar, alejándose por la calle hasta que tras girar una esquina Noemi ya no podría verla.
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