22/04/2017, 15:12
Ralexion se aclaró la voz, como cuando alguien está a punto de decir algo importante.
—He pensado que sería buena idea hablar con el abuelo del niño. Si el chaval quiere ser ninja, ¿por qué no?
Daruu dirigió la mirada al suelo, pensándolo unos instantes.
—Entonces será mejor que te acompañe —decidió al fin—. Si su abuelo es igual de cabezón que tú, tendremos más posibilidades de convencerlo si somos dos.
Kabocha se levantó del sofá y se acercó corriendo a Daruu, quien retrocedió un poco. El niño abrazó a Daruu, que parecía entre sorprendido e incómodo.
—¡Creía que eras igual que el abuelo, pero eres buena persona!
—Niño, dudo que tu abuelo sea mala persona... ¡Ay, quita, que me estás aplastando! Menuda fuerza.
Se separaron.
—Bueno bueno, qué bien huele ya.
—Pero a ver, lo importante, antes de nada, hay que comerse la pizza.
Daruu asintió enérgicamente, y se dirigió a la cocina. Tardó unos minutos en volver, y cuando lo hizo entró cargado de dos platos gigantescos con sendas pizzas, una con salsa carbonara, jamón y cebolla, y la otra con jamón, pimiento y mucho queso. Dejó los platos sobre la mesita que había frente al sofá, se frotó las manos y se relamió.
—¡Vamos allá! —anunció, emocionado.
—He pensado que sería buena idea hablar con el abuelo del niño. Si el chaval quiere ser ninja, ¿por qué no?
Daruu dirigió la mirada al suelo, pensándolo unos instantes.
—Entonces será mejor que te acompañe —decidió al fin—. Si su abuelo es igual de cabezón que tú, tendremos más posibilidades de convencerlo si somos dos.
Kabocha se levantó del sofá y se acercó corriendo a Daruu, quien retrocedió un poco. El niño abrazó a Daruu, que parecía entre sorprendido e incómodo.
—¡Creía que eras igual que el abuelo, pero eres buena persona!
—Niño, dudo que tu abuelo sea mala persona... ¡Ay, quita, que me estás aplastando! Menuda fuerza.
Se separaron.
—Bueno bueno, qué bien huele ya.
—Pero a ver, lo importante, antes de nada, hay que comerse la pizza.
Daruu asintió enérgicamente, y se dirigió a la cocina. Tardó unos minutos en volver, y cuando lo hizo entró cargado de dos platos gigantescos con sendas pizzas, una con salsa carbonara, jamón y cebolla, y la otra con jamón, pimiento y mucho queso. Dejó los platos sobre la mesita que había frente al sofá, se frotó las manos y se relamió.
—¡Vamos allá! —anunció, emocionado.