25/04/2017, 00:58
Zancada a zancada, farol al frente, Ralexion avanzaba con la valentía de un conquistador. Sus sandalias ya perturbaban los surcos de la arena a la orilla del lago. Instantes más tarde, la planta de una de sus zapatillas pisaba sobre el agua, evitando hundirse gracias a un flujo de chakra constante.
Un banco de niebla de lo más tétrico se había levantado como por arte de magia alrededor de las aguas, pero Ralexion, intrépido, continuaba su avance, impasible frente a los lloros. Izumi observaría un diminuto punto de luz perdiéndose en el horizonte, engullido por la oscuridad, por lo desconocido.
—¡¿VÉIS COMO NO PASA NADA?! —gritó a vivo pulmón, intentando que alcanzara a las dos féminas.
Entonces se percató de que se había desorientado. No veía nada en la niebla, y su farol no lograba penetrarla lo suficiente como para distinguir algo reconocible. A todos lados los gimoteos fantasmales, nada más.
Se cagó en todo lo cagable.