25/04/2017, 01:34
—¿¡Que te dirijes hacia donde!?— No lo preguntaba porque no hubiese escuchado, sino porque le resultaba inverosímil la naturalidad con la que el muchacho lo decía.
Cualquier ninja con algo de sentido común sabía que era imposible ir y entrar a una aldea oculta así como si nada, por algo se les llamaba así. Además, el de propia mano sabía el riesgo que corría mencionar algo como eso. La última vez que bromeó sobre la ubicación de Kusagakure un jounin de la hierba casi lo decapita por el chiste. Si las autoridades habían reaccionado de forma tan exagerada por un chascarrillo no se quería ni imaginar lo que podría pasarle al medio goidito si llegaba a soltar tal cosa enfrente de alguien más.
"No me lo puedo creer, no puede estar hablando en serio."
—Pues, yo me llamo Kagetsuna.— Afirmó a secas, no considerava necesario revelar su apellido por ahora. —Soy ninja de la lluvia.— Tomó la placa para mostrársela al joven y que la viese con claridad antes de seguir hablando. Si bien, tampoco le dijo su rango.
—Oye, ¿sabes siquiera dónde está Kusagakure? Porque estas ruinas parecen estar muy lejos de ahí.— Él tampoco tenía idea de dónde estaba, pero de estarlo seguramente ya les habría caído algún guardia o algo. En todo caso sería un premio si ese chico le revelaba esa información, aunque realmente dudaba poder sacar datos fidedignos del mismo. —Yo la verdad voy de regreso a mi país, tengo un encargo simple que hacer.— Contestar sin responder que le dicen, si el otro joven insitía en conversar pues tendría que ser más tajante en sus respuestas.
No quería aventurarse a preguntar por qué el joven se dirigía a la aldea, pero definitivamente no era normal que alguien de Uzu tuviese asuntos en Kusa. Primero debería ganarse la confianza del otro para hacerle hablar —Ven, necesitas limpiarte.— Le indicó mientras sacaba una pequeña cantimplora del portaobjetos —Si vas a viajar siempre debes llevar agua, tanto para tomar como para casos como este. Vamos quítate la chaqueta, debo asegurarme que quede limpia la herida.— Si bien tenía dobles intenciones con él, no era un total cínico. Hasta cierto punto de verdad quería ayudarle, pero para eso debía tener conocimiento de que había impulsado al niño a emprender tal recorrido.