27/04/2017, 16:08
Hacía varios días que el peliblanco no hacía más que ver aquellos dichosos carteles que anunciaban el festival de verano de Yachi, siendo sinceros, era la primera vez que el joven escuchaba algo acerca de dicho evento pero, si se habían molestado tanto en hacerle publicidad, sería por algo por lo que, sin darle demasiadas vueltas, decidió que sería un buen momento para tomarse un pequeño descanso en su entrenamiento y tomarse unas vacaciones, para desconectar.
El viaje, a pesar de largo, fue agradable, pues conoció a bastante gente, todos muy amables, pero, tras unos días de incesante caminata, llegó a su destino, el pueblo que se encontraba en el inmenso cañón que había sido originado por el río que pasaba por allí, o eso creía Riko. Llegó apenas amanecía, por lo que tuvo tiempo de pasear por el lugar, visitar las zonas más curiosas y asistir a algunos de los concursos que tuvieron lugar en el pueblo, pero, como suponía, el plato fuerte venía por la noche.
El Senju, ni corto ni perezoso se adjudicó una máscara de calabaza de las que llevaba todo el mundo, camuflándose entre el resto de la gente, aunque su bandana anudada al cuello lo identificaría ante aquellos que se fijasen como shinobi de Uzushiogakure, y prácticamente se limitó a deambular de aquí para allá, disfrutando del espectáculo de luces anaranjadas hasta que, como por arte de magia, un dulce olor llamó su atención, proveniente de un pequeñ puesto de dulces de calabaza que se situaba en uno de los laterales de la calle, por lo que el peliblanco se acercó, dispuesto a comprar uno de aquellos dulces.
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El viaje, a pesar de largo, fue agradable, pues conoció a bastante gente, todos muy amables, pero, tras unos días de incesante caminata, llegó a su destino, el pueblo que se encontraba en el inmenso cañón que había sido originado por el río que pasaba por allí, o eso creía Riko. Llegó apenas amanecía, por lo que tuvo tiempo de pasear por el lugar, visitar las zonas más curiosas y asistir a algunos de los concursos que tuvieron lugar en el pueblo, pero, como suponía, el plato fuerte venía por la noche.
El Senju, ni corto ni perezoso se adjudicó una máscara de calabaza de las que llevaba todo el mundo, camuflándose entre el resto de la gente, aunque su bandana anudada al cuello lo identificaría ante aquellos que se fijasen como shinobi de Uzushiogakure, y prácticamente se limitó a deambular de aquí para allá, disfrutando del espectáculo de luces anaranjadas hasta que, como por arte de magia, un dulce olor llamó su atención, proveniente de un pequeñ puesto de dulces de calabaza que se situaba en uno de los laterales de la calle, por lo que el peliblanco se acercó, dispuesto a comprar uno de aquellos dulces.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»