28/04/2017, 00:00
La señora asintió varias veces con semblante abatido y se refugió en el interior de su hogar con rapidez. No tenía ningún otro deseo más ferviente que quitarse de en medio, apartar de su vista a Ritsuko y ese turbio asunto del secuestro. Al igual que razonaban las avestruces: si no lo podía observar, no existía.
El amante de los mininos sin nombre se quedó mirando profundamente a la pelirroja. Se rascó la cabeza, miró al lado y suspiró.
—No me gusta pelear, pero si un gatito está en peligro... supongo que puedo hacer una excepción —se convenció así— ¿A dónde vamos ahora, si puede saberse?
El amante de los mininos sin nombre se quedó mirando profundamente a la pelirroja. Se rascó la cabeza, miró al lado y suspiró.
—No me gusta pelear, pero si un gatito está en peligro... supongo que puedo hacer una excepción —se convenció así— ¿A dónde vamos ahora, si puede saberse?