1/05/2017, 10:03
Una de las misteriosas figuras sonrió en la oscuridad ante lo poco intimidada que se sentía Ritsuko. La otra, por su parte, solo alcanzó a bufar por lo bajo. La dueña no se había dignado a aparecer y habían enviado a otra chica.
— Claro que lo tengo. — Respondió con voz estridente el de la sonrisa, que con suerte Ritsuko definiría como hombre de unos veinticinco años, pelo oscuro y una cicatriz que le surcaba la mejilla derecha. — ¿Acaso no lo ves? Está aquí. — Y con ello le dio una patada a la jaula, haciendo bufar al minino.
— No deberías...
— Cállate. — Mandó callar a su compañera, que era una mujer también de la misma edad que su acompañante, de pelo oscuro, corto y revuelto y unos ojos rasgados, de color ámbar. — ¿Has traído el dinero? — Preguntó escrutando con la mirada a la pelirroja, sin embargo ni reparó en la segunda figura al lado de ella.
—Anda que pasar de mí... — Nekotaro, sin intimidarse ni un pelo, no perdió de vista a los dos sospechosos, pero sabía que no debía actuar hasta que Ritsuko lo hiciese, después de todo, ella era la kunoichi allí.
— Claro que lo tengo. — Respondió con voz estridente el de la sonrisa, que con suerte Ritsuko definiría como hombre de unos veinticinco años, pelo oscuro y una cicatriz que le surcaba la mejilla derecha. — ¿Acaso no lo ves? Está aquí. — Y con ello le dio una patada a la jaula, haciendo bufar al minino.
— No deberías...
— Cállate. — Mandó callar a su compañera, que era una mujer también de la misma edad que su acompañante, de pelo oscuro, corto y revuelto y unos ojos rasgados, de color ámbar. — ¿Has traído el dinero? — Preguntó escrutando con la mirada a la pelirroja, sin embargo ni reparó en la segunda figura al lado de ella.
—Anda que pasar de mí... — Nekotaro, sin intimidarse ni un pelo, no perdió de vista a los dos sospechosos, pero sabía que no debía actuar hasta que Ritsuko lo hiciese, después de todo, ella era la kunoichi allí.