3/05/2017, 17:06
Nonoha pudo escuchar a la distancia la voz de su abuelo y la de del hombre que lo acompañaba, por un momento quiso girarse y mirar, pero sabía que distraerse en ese momento podía costarle mucho “Me alegra que estén bien” su cuerpo tenso se relajó un poco ya sabiendo que los dos ancianos estaban bien. Sus orbes azules volvieron a concentrarse en el malherido hombre, que se obligaba a estarse en pie pese a las heridas de su cuerpo – Primero me desharé de ti y luego de los otros tres, eres débil – la niñita sonrió ampliamente ante tal comentario, ella era consciente de eso ¡lo sabía mejor que nadie!
- Dígame algo que no sepa –susurro entre dientes – No es secreto para nadie – mientras ambos tenían aquella conversación, la voz del jovencito inundo sus oídos. Hizo caso a lo que este le pedía y se lanzó hacia la orilla contraria, solo para darse cuenta como el ataque del Uzureño era esquivado por el otro – Eso no puede ser bueno… – torció los labios, con un deje de molestia que le fue difícil ocultar.
La situación comenzaba a aburrirle, el cansado chico se había desmayado y los otros tres que quedaban en pie solo se quedaron observando en silencio lo sucedido. Nonoha suspiro cansada y luego corrió hacia el sujeto, mientras avanzaba decidió llevar algo de su chakra a la planta de sus pies, solo por precaución.
¡Ya es suficiente! –grito la castaña tomando un poco más de velocidad y saltando justo a un par de pasos del hombre, para propinarle seguidamente, con una de sus piernas, un golpe en el abdomen que muy seguramente le haría perder el equilibrio, que azarosamente intentaba no perder - ¡Malditos niños! – maldijo, mientras en vano intentaba sujetarse de la orilla. La kunoichi lo vio alejarse, lo siguió con la mirada hasta que este cayó al agua, golpeándose con las rocas.
Se quedó de pie en la orilla, observando por algunos minutos las aguas y luego desvió la vista a los demás – supongo que se acabó –sonrió despacio dando un saltito, volviendo a la seguridad del puente. Estaba adolorida y agotada, pero no tanto como aquel ninja que ahora inconsciente descasaba sobre el suelo - Debo darte las gracias – mascullo cerrando los ojos mientras dejaba que la brisa acariciara su rostro y jugara con sus cabello.
Hiwata se acercó al muchacho asegurándose de que estuviera vivo aun, verlo inmóvil le ponía nervioso. Ren también le dio un vistazo y una vez se aseguraron de que respiraba, corrió con su nieta y le dio un gran abrazo – ¡Estoy orgulloso! – La niña sonrió y negó suavemente con la cabeza – pero si no hice nada, fue el quien lo hizo todo – explico dejándose mimar por el mayor, que al escucharla decir aquello se alejó apenas y le sonrió- Sé que te esforzaste, además –la despeino con una de sus manos- decidiste quedarte y no huir –
Se quedaron así por unos instantes, el silencio y la calma que se experimentaba en ese momento era genial, pero pronto debían volver. Había sido demasiado ajetreo en un solo día ¡Tendría una anécdota que contar! Nonoha camino hasta lo que quedaba de la carreta y apartando algunas frutas llamo la atención de los otros dos – podemos usarla para llevarlo –comento señalando al de cabello azabaches que continuaba en el suelo – Estando en casa, podrían tratarse sus heridas ¿cierto, abuelo? -
Si, cierto – respondo el sin darle muchas vueltas al asunto, se lo debían pues seguramente sin su ayuda no estarían vivos. Minutos más tarde lo subieron a la carreta y partieron, alejándose del puente despacio. Nonoha de tanto en tanto observaba hacia atrás, preguntándose qué sería de aquel niño que estaba con ellos (los ladrones) y que antes de irse habían dejado oculto entre los matorrales, pues seguía inconsciente “¿estará bien?”
- Dígame algo que no sepa –susurro entre dientes – No es secreto para nadie – mientras ambos tenían aquella conversación, la voz del jovencito inundo sus oídos. Hizo caso a lo que este le pedía y se lanzó hacia la orilla contraria, solo para darse cuenta como el ataque del Uzureño era esquivado por el otro – Eso no puede ser bueno… – torció los labios, con un deje de molestia que le fue difícil ocultar.
La situación comenzaba a aburrirle, el cansado chico se había desmayado y los otros tres que quedaban en pie solo se quedaron observando en silencio lo sucedido. Nonoha suspiro cansada y luego corrió hacia el sujeto, mientras avanzaba decidió llevar algo de su chakra a la planta de sus pies, solo por precaución.
¡Ya es suficiente! –grito la castaña tomando un poco más de velocidad y saltando justo a un par de pasos del hombre, para propinarle seguidamente, con una de sus piernas, un golpe en el abdomen que muy seguramente le haría perder el equilibrio, que azarosamente intentaba no perder - ¡Malditos niños! – maldijo, mientras en vano intentaba sujetarse de la orilla. La kunoichi lo vio alejarse, lo siguió con la mirada hasta que este cayó al agua, golpeándose con las rocas.
Se quedó de pie en la orilla, observando por algunos minutos las aguas y luego desvió la vista a los demás – supongo que se acabó –sonrió despacio dando un saltito, volviendo a la seguridad del puente. Estaba adolorida y agotada, pero no tanto como aquel ninja que ahora inconsciente descasaba sobre el suelo - Debo darte las gracias – mascullo cerrando los ojos mientras dejaba que la brisa acariciara su rostro y jugara con sus cabello.
Hiwata se acercó al muchacho asegurándose de que estuviera vivo aun, verlo inmóvil le ponía nervioso. Ren también le dio un vistazo y una vez se aseguraron de que respiraba, corrió con su nieta y le dio un gran abrazo – ¡Estoy orgulloso! – La niña sonrió y negó suavemente con la cabeza – pero si no hice nada, fue el quien lo hizo todo – explico dejándose mimar por el mayor, que al escucharla decir aquello se alejó apenas y le sonrió- Sé que te esforzaste, además –la despeino con una de sus manos- decidiste quedarte y no huir –
Se quedaron así por unos instantes, el silencio y la calma que se experimentaba en ese momento era genial, pero pronto debían volver. Había sido demasiado ajetreo en un solo día ¡Tendría una anécdota que contar! Nonoha camino hasta lo que quedaba de la carreta y apartando algunas frutas llamo la atención de los otros dos – podemos usarla para llevarlo –comento señalando al de cabello azabaches que continuaba en el suelo – Estando en casa, podrían tratarse sus heridas ¿cierto, abuelo? -
Si, cierto – respondo el sin darle muchas vueltas al asunto, se lo debían pues seguramente sin su ayuda no estarían vivos. Minutos más tarde lo subieron a la carreta y partieron, alejándose del puente despacio. Nonoha de tanto en tanto observaba hacia atrás, preguntándose qué sería de aquel niño que estaba con ellos (los ladrones) y que antes de irse habían dejado oculto entre los matorrales, pues seguía inconsciente “¿estará bien?”