3/05/2017, 23:13
El calvo miró hacia atrás. La cantidad de luces naranjas ya parecían converger en unas pocas. Venían caminando hace rato, tiempo en el cual la muchacha tarareó canciones sin parar. Karamaru empezaba a sentirse incómodo, como si todo lo que estuviese haciendo estuviera fuera de lugar.
Pero le era imposible decirle a aquella mujer que debía irse. Al menos Riko había demostrado sentirse igual que el monje.
«Lo mismo y termina siendo buena gente, pero es que esto de seguir a desconocidos... mal Karamaru, mal» se castigaba a si mismo por la falta de inteligencia.
Metros más, y tras pasar bajo una farola, unas luces naranjas se pudieron distinguir no muy lejos. Metros más y se podían distinguir como calabazas iluminadas por dentro, el mismo naranja que cubría la ciudad.
Ahí es, un poco rústica y acogedora pero a mi me gusta.
La casa era pequeña y de madera. Una madera húmeda y que se podía distinguir fácilmente como vieja y rancia, pero al menos seguía pareciendo una casa común. Acompañaban a las luces naranjas algunos faroles de luces amarillas.
La mujer abrió la puerta y los tres entraron. Una sala común y cuadrada con algunos lugares donde sentarse y algún que otra decoración, con muchas puertas a su alrededor. La sala estaba en la penumbra y Yachi tuvo que encender algunas velas mientras recorría en primer lugar la casa.
Vengan, pasen a mi habitación.
—Jugaremos a algo.- se fue por una de las puertas de la izquierda. Una puerta que, como no podía ser de otra manera, rechinó al moverse.
El calvo seguía junto a la puerta de salida y nuevamente buscó los ojos del peliblanco para confirmar las acciones que realizaban.
Pero le era imposible decirle a aquella mujer que debía irse. Al menos Riko había demostrado sentirse igual que el monje.
«Lo mismo y termina siendo buena gente, pero es que esto de seguir a desconocidos... mal Karamaru, mal» se castigaba a si mismo por la falta de inteligencia.
Metros más, y tras pasar bajo una farola, unas luces naranjas se pudieron distinguir no muy lejos. Metros más y se podían distinguir como calabazas iluminadas por dentro, el mismo naranja que cubría la ciudad.
Ahí es, un poco rústica y acogedora pero a mi me gusta.
La casa era pequeña y de madera. Una madera húmeda y que se podía distinguir fácilmente como vieja y rancia, pero al menos seguía pareciendo una casa común. Acompañaban a las luces naranjas algunos faroles de luces amarillas.
La mujer abrió la puerta y los tres entraron. Una sala común y cuadrada con algunos lugares donde sentarse y algún que otra decoración, con muchas puertas a su alrededor. La sala estaba en la penumbra y Yachi tuvo que encender algunas velas mientras recorría en primer lugar la casa.
Vengan, pasen a mi habitación.
—Jugaremos a algo.- se fue por una de las puertas de la izquierda. Una puerta que, como no podía ser de otra manera, rechinó al moverse.
El calvo seguía junto a la puerta de salida y nuevamente buscó los ojos del peliblanco para confirmar las acciones que realizaban.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘