3/05/2017, 23:19
La piedra impactó de lleno en el rostro de quien intentaba calmar a Rengu. El artefacto, no obstante, le obligó a taparse el ojo y se encorvó del dolor por el impacto del proyectil, que no por nada había sido lanzado desde una distancia más que cercana. Bramó de dolor, se retrasó un par de pasos, y clamó:
—¡Agh! mátalo, mata a ese bastardo!
Rengu levantó su arma y la balanceó a una velocidad pertinente hacia el pescuezo del muchacho. Por su movimiento era evidente que sus escrúpulos no le impedirían quitarle la vida a alguien tan joven como el peliblanco, por lo que el peligro que suponían aquellos hombres era más que real.
Al ver el alboroto, y suponer que los dos que se habían quedado atrasados se levantarían en cualquier momento, el escualo dio la orden. Movió la mano, y se arrojó a sí mismo por encima de su objetivo, pegándole un fuerte zarpazo en la nuca con el lado contundente de su Kunai.
La inercia y la fuerza del descenso fue suficiente como para que su ataque hiciera caer inconsciente al primer hombre.
Hoshu, sin embargo, acató la orden con poca aptitud. Su carencia de entrenamiento y capacitación le impidieron cumplir con su tarea de la manera más apropiada. De hecho, fue tan poco pulcro su acercamiento, que el insulso y flacuchento guardián logró percatarse de su ataque antes de que el kunai que Kaido le había prestado antes, se clavara entre sus carnes. Sólo logro rasgarle levemente la pierna.
Sólo faltaba ver qué hacía Riko. Si él lograba poner la balanza de su lado, el objetivo estaría mucho más cerca. Y es que Kaido, desde su posición, ya podía ver a un par de metros el portón de madera.
—¡Agh! mátalo, mata a ese bastardo!
Rengu levantó su arma y la balanceó a una velocidad pertinente hacia el pescuezo del muchacho. Por su movimiento era evidente que sus escrúpulos no le impedirían quitarle la vida a alguien tan joven como el peliblanco, por lo que el peligro que suponían aquellos hombres era más que real.
Al ver el alboroto, y suponer que los dos que se habían quedado atrasados se levantarían en cualquier momento, el escualo dio la orden. Movió la mano, y se arrojó a sí mismo por encima de su objetivo, pegándole un fuerte zarpazo en la nuca con el lado contundente de su Kunai.
La inercia y la fuerza del descenso fue suficiente como para que su ataque hiciera caer inconsciente al primer hombre.
Hoshu, sin embargo, acató la orden con poca aptitud. Su carencia de entrenamiento y capacitación le impidieron cumplir con su tarea de la manera más apropiada. De hecho, fue tan poco pulcro su acercamiento, que el insulso y flacuchento guardián logró percatarse de su ataque antes de que el kunai que Kaido le había prestado antes, se clavara entre sus carnes. Sólo logro rasgarle levemente la pierna.
Sólo faltaba ver qué hacía Riko. Si él lograba poner la balanza de su lado, el objetivo estaría mucho más cerca. Y es que Kaido, desde su posición, ya podía ver a un par de metros el portón de madera.