4/05/2017, 22:52
¡PAM!
La mesa sobre sus pies vibró con el impacto de un manotazo indigno de la sutileza de una dama, logrando que la copa de la que Ayame no quiso beber se volteara sobre el mantel, rompiéndose en mil pedazos. Kaido vio correr el agua hasta los bordes de aquella estructura, y luego alzó la vista; obligado a percatarse de cómo Ayame se alzaba frente a él cual torre de babel, con los ojos teñidos en lágrimas y controlada por la súbita furia provocada deliberadamente por el gyojin.
La dulce, amable e introvertida kunoichi se transformó de pronto en una mujer controlada por su ira contenida, la cual dejó su frágil y nimio cascarón de contención, revelando una cara de la pequeña dama azul que pocos habrían visto jamás. Y se lo hizo saber muy claro al tiburón con sus consiguientes palabras:
—¡¿HAS VENIDO HASTA AQUÍ SÓLO PARA REÍRTE DE MÍ, ESTÚPIDO TIBURÓN?!
Lo de estúpido, podía ser. Lo de tiburón también. El escualo quiso buscar una excusa para responder a la evidente grosería de su interlocutora, pero no consiguió razones para ello. En cambio, se vio abatido por la caprichosa mirada de los comensales, incluida la de Jozu-san; quien con los brazos cruzados le observó fijamente negando parsimoniosamente con su cabeza.
Aquello, mientras Ayame se alejaba a pasos agigantados hacia el exterior del comedor, y por consiguiente; del hostal.
—Más le vale que se disculpe con la señorita, joven Kaido. O de lo contrario, creo que tendrá usted que ir buscándose otro lugar para hospedarse. Ya sabe, conflicto de intereses.
—Me cago en mis muertos. Está bien, déjame y lo arreglo —advirtió, incapaz de debatir su reacción.
***
El escualo corrió detrás de Ayame, intentando alcanzarla antes de que fuera a cortarse las venas, o algo similar. Salió despedido de las puertas del hostal sin siquiera haber probado un bocado de su almuerzo —y para que Kaido perdiese la oportunidad de comerse un buen cordero a la naranja, tendría que tener sus buenas razones— esperando que por algún milagro, quedase un poco para la hora de la cena.
Tras un minuto, el gyojin pudo ver la silueta de su compañera de profesión.
—¡Oye, tú! ¡Espera! —le instó, a una distancia reducida. Ya para cuando pudo alcanzarla, trató de recuperar el aliento, y si ésta se hubiera detenido, le hablaría muy pero muy claro—. mira, lo siento ¿está bien?
Dio dos bocanadas de aire, primero, y luego prefirió beber de su termo (el cual llevaba grabado en su superficie el símbolo del clan Hōzuki).
—No fue mi intención insultarte, ni nada por el estilo. Sé que a veces peco de confianzudo y digo cosas que no debería, pero como podrás haber notado, aquí y en la academia; mi filtro verbal parece estar averiado. por mi culpa, por mi gran culpa.
»De todas formas, tú también has herido mi "corasooooooon". Eso de tiburón, uy uy. Duele.
Kaido se sostuvo el pecho, y miró de reojo a Ayame. Su estrategia era evidente: avocar por el lado bueno de la muchacha y tratar de ponerse en su misma situación. Si los dos estaban heridos, no había a quién culpar.