5/05/2017, 21:59
El chico pareció asustarse más de la chica que ésta de él, al menos para él, que no dudó en reafirmar el susto a base de palabras. Por suerte, parecía no ser un maleante o alguien que se quisiese aprovechar de la situación de la chica, al menos a priori. Éste, a decir verdad, parecía haberla arrastrado hasta esa cueva, fuera de la tormenta de hielo que arreciaba fuera. La chica pudo vislumbrarlo tan solo con echar un vistazo a su alrededor, sabía perfectamente que no había sido ella sola quien había llegado allí... ¿o sí? La cabeza le daba vueltas, uno de los efectos secundarios de morir y volver a la vida, por no hablar de la perdida de memoria. No tuvo palabras para el chico en un principio, pero su estómago hizo que el silencio no reinase por mucho.
El joven sin dudarlo un solo momento sacó la poca comida de que disponía al parecer, además de hacer del rugido de estómago un chiste. Aiko no lo aceptó así de buenas, no quería tomar el pan que al chico parecía competer como único alimento. Pero, su estómago le impidió opinar, o rechazar la oferta.
Tímida, se desvalijó un poco de las prendas que hacían de prisión para ella y alzó la mano hasta tomar el susodicho pan. La vergüenza golpeó duro en el rostro de la chica, ruborizandolo casi en el acto. —M-muchas gracias...
Sin pensarlo dos veces, e incluso sin tener en cuenta una posible trama para envenenarla por medio de comida, la chica le propinó un buen bocado. Ante el gesto, el chico había comenzado con los típicos e imprescindibles formalismos, no era para menos. Inquirió saber el nombre de la pelirroja, aunque curiosamente aún no había soltado trapo acerca del suyo.
La chica tragó a duras penas el bocado de pan, y aclaró la garganta tosiendo un par de veces, casi atragantada con la comida. —Mi nombre es Aiko. —respondió un tanto seca, aunque no era cosa de ser engreida o maleducada, mas bien era cosa del hambre. Con ahínco, le propinó de nuevo un bocado pan, el cuál rápidamente había menguado a casi la mitad.
El de cabellera rojiza no tardó en preocuparse de sus conocimientos médicos, alertando a la chica de que cuando su cuerpo tomase una temperatura normalizada, la herida volvería a abrir y ésta terminaría con una hemorragia. Pero ése dato se iba de las manos con la genin que tenía frente a él.
—No... no te preocupes por eso. —replicó tras tragar el segundo bocado de pan. —Mi cuerpo cicatriza muy rápido, seguro que está curada.
Verdad no le faltaban a esas palabras, aunque tampoco podía soltarle un "tranquilo, soy inmortal, ni te perocupes." ya que seguro se reiría o la tomaría por loca. De igual forma, aunque éste quisiese ver la cicatriz, allí ya seguro que no había ni rastro de la causa del sangrante hallazgo.
—Por cierto, muchas gracias por todo... —al fin, lo dijo. —¿Cuál es tu nombre?
El joven sin dudarlo un solo momento sacó la poca comida de que disponía al parecer, además de hacer del rugido de estómago un chiste. Aiko no lo aceptó así de buenas, no quería tomar el pan que al chico parecía competer como único alimento. Pero, su estómago le impidió opinar, o rechazar la oferta.
Tímida, se desvalijó un poco de las prendas que hacían de prisión para ella y alzó la mano hasta tomar el susodicho pan. La vergüenza golpeó duro en el rostro de la chica, ruborizandolo casi en el acto. —M-muchas gracias...
Sin pensarlo dos veces, e incluso sin tener en cuenta una posible trama para envenenarla por medio de comida, la chica le propinó un buen bocado. Ante el gesto, el chico había comenzado con los típicos e imprescindibles formalismos, no era para menos. Inquirió saber el nombre de la pelirroja, aunque curiosamente aún no había soltado trapo acerca del suyo.
La chica tragó a duras penas el bocado de pan, y aclaró la garganta tosiendo un par de veces, casi atragantada con la comida. —Mi nombre es Aiko. —respondió un tanto seca, aunque no era cosa de ser engreida o maleducada, mas bien era cosa del hambre. Con ahínco, le propinó de nuevo un bocado pan, el cuál rápidamente había menguado a casi la mitad.
El de cabellera rojiza no tardó en preocuparse de sus conocimientos médicos, alertando a la chica de que cuando su cuerpo tomase una temperatura normalizada, la herida volvería a abrir y ésta terminaría con una hemorragia. Pero ése dato se iba de las manos con la genin que tenía frente a él.
—No... no te preocupes por eso. —replicó tras tragar el segundo bocado de pan. —Mi cuerpo cicatriza muy rápido, seguro que está curada.
Verdad no le faltaban a esas palabras, aunque tampoco podía soltarle un "tranquilo, soy inmortal, ni te perocupes." ya que seguro se reiría o la tomaría por loca. De igual forma, aunque éste quisiese ver la cicatriz, allí ya seguro que no había ni rastro de la causa del sangrante hallazgo.
—Por cierto, muchas gracias por todo... —al fin, lo dijo. —¿Cuál es tu nombre?